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Capítulo 5 Cartas de Jesús

Quinta carta de Abgaro a Jesús escrita a las tres semanas de la respuesta del Señor a la cuarta carta.

1. Abgaro, un pequeño príncipe de Edessa, a Jesús el buen Salvador que apareció en la tierra de los judíos en los alrededores de Jerusalén, como la Luz original y la eterna fuerza de la creación que renueva todo: el cielo, los mundos y los seres, y pese a ello, no es reconocido por los primeros llamados, pero si por aquellos que languidecían ya después de milenios en las tinieblas. ¡A Él toda salud, de parte nuestra, los hijos de la noche!.

2. ¡Oh Señor!, ¡¿qué mortal podrá comprender la inmensidad de Tu Amor por nosotros los hombres, que no somos más que tus criaturas?. — ese Amor por medio del cual Tú quieres renovar todo, andando Tú mismo un camino que, según mi entendimiento humano, parece casi imposible e inimaginable para Dios!

3. Tú estás presente aquí en esta tierra, que podrías disiparla con un soplo, como un hombre sencillo entre los hombres, gobernando y manteniendo sin embargo, con tu Divinidad interior, todo el universo. Y todo el polvo de la tierra, cada gota en el mar, el sol, la luna y las estrellas, obedecen la voz omnipotente de tu corazón que es el centro eterno de todas las cosas y la esencia de todos los seres del universo entero.

4. ¡Oh Señor!, ¡qué infinitamente dichosos tienen que ser tus discípulos, si es que te reconocen en el día más claro de sus espíritus, como ahora yo, pobre pecador, te conozco en mi noche!

5. ¡Oh, si yo no estuviera paralítico en mis pies! Cuánto tiempo hace ya que estaría junto a Ti. Mis desgraciados pies han llegado a ser un obstáculo a mi mayor bienaventuranza. Pero ahora todo lo soporto de buena gana, porque Tú, oh Señor, me has encontrado digno hasta el punto de hablarme por carta, a mí, pobre necio, enseñándome tantas cosas maravillosas que sólo pueden ser enseñadas por Ti, jamás por un hombre.

6. ¿Qué sabia yo antes de una Vida después de la muerte? Ningún sabio de este mundo hubiera podido revelarme ese enigma. Existe en nuestro politeísmo una inmortalidad poética, pero se parece tan poco a la realidad como un sueño vano en el que tan pronto se va a pie, sobre el mar como por la tierra en barco.

7. Mas Tú, oh Señor, me has mostrado con la palabra y en el hecho que después de la muerte de este nuestro cuerpo tan quebradizo, da comienzo una perfecta, verdadera y totalmente libre Vida del Espíritu, que nunca variará, por toda la eternidad.

8. Por todo lo cual considero un deber inexcusable presentarte en esta carta mi efusivo agradecimiento, oh Señor, por la infinita y gran gracia que me has hecho; aunque estas gracias frente a tu gracia, en la pura nada se desvanecen.

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