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Capítulo 5 Cartas de Jesús

3. Tú estás presente aquí en esta tierra, que podrías disiparla con un soplo, como un hombre sencillo entre los hombres, gobernando y manteniendo sin embargo, con tu Divinidad interior, todo el universo. Y todo el polvo de la tierra, cada gota en el mar, el sol, la luna y las estrellas, obedecen la voz omnipotente de tu corazón que es el centro eterno de todas las cosas y la esencia de todos los seres del universo entero.

4. ¡Oh Señor!, ¡qué infinitamente dichosos tienen que ser tus discípulos, si es que te reconocen en el día más claro de sus espíritus, como ahora yo, pobre pecador, te conozco en mi noche!

5. ¡Oh, si yo no estuviera paralítico en mis pies! Cuánto tiempo hace ya que estaría junto a Ti. Mis desgraciados pies han llegado a ser un obstáculo a mi mayor bienaventuranza. Pero ahora todo lo soporto de buena gana, porque Tú, oh Señor, me has encontrado digno hasta el punto de hablarme por carta, a mí, pobre necio, enseñándome tantas cosas maravillosas que sólo pueden ser enseñadas por Ti, jamás por un hombre.

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