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Capítulo 6 Cartas de Jesús

3. Es a Ti solo, y sólo a Ti, a quien puedo exponer la presente desgracia particular y extraña de mi nación, y suplicarte desde lo más hondo de mi corazón que apartes esa singular desgracia.

4. Como Tú sabes perfectamente hace tiempo, un pequeño terremoto se sintió aquí diez días, el cual, eternamente seas agradecido, pasó sin dejar huellas; sin embargo, unos días después de ese terremoto empezaron a ponerse turbias todas las aguas. Todo aquel que bebió ese agua empezó a tener dolor de cabeza y se volvió loco.

5. Promulgué enseguida una orden severa: que nadie utilizara el agua en todo el país, hasta que yo lo autorizase nuevo. Todos mis ciudadanos, durante ese tiempo, debían venir a mi casa en Edessa, donde recibirían vino y agua que, para tal fin, hice traer expresamente desde bastante lejos en grandes embarcaciones.

6. Creo no haber cometido ninguna mala obra, pues me impulsó sólo el puro amor y la verdadera piedad por mi pueblo. Por esto te pido a Ti, oh Señor, con toda humildad y contrición de mi corazón, que accedas a ayudarme a mí y a mi pueblo en este apuro.

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