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Introducción El Gobierno de Dios, Libro 1

PRÓLOGO dado por el Señor mismo como introducción para el relato de la historia de la humanidad, revelado a través del mismo medio que Él eligió para la recepción de esta obra.

1. El escribiente de esta obra buscaba seriamente y encontró lo que buscaba. Él rogó, y se le dio. Como llamó a la puerta correcta, se le abrió y mediante él también a todos aquellos que tienen un buen corazón y una buena voluntad. Pero a los que no buscan con su corazón sino exclusivamente con su intelecto mundano imaginario y que examinan y critican –– los que sólo llaman a la cáscara dura y muerta de la materia en vez de dirigirse al nombre vivo del Dador eterno de todas las buenas dádivas, a ellos no se les abrirá. Porque el Espíritu del Señor nunca se revela a través del intelecto de los sabios del mundo sino únicamente mediante la sencillez del corazón de aquellos que ante el mundo de los sabihondos son considerados como necios. Pero no tardará mucho y la sabiduría de los sabios del mundo colapsará ante la sinceridad de estos “necios”.

2. Al que lee esta obra con la fe de un corazón humilde, le resultará de una gran bendición... y no le pasará desapercibido Quién es el verdadero autor. Para la casta intelectual de todos modos resulta lo mismo si lee a un Daniel, un Sir Walter Scott, un Rousseau o un Hegel, porque el intelecto mundano comprende todo de la manera mundana, mientras que a una revelación más sublime la considera como una fantasmagoría hueca de gente inculta que, por sus mistificaciones, quiere inventar algo para adquirir un renombre.

3. ¡Que con esto nadie se deje engañar! ¡Cuántas veces ya se ha sospechado de los cuatro Evangelios! ¿Pero por esto, acaso, representan menos en los corazones de los verdaderos confesores de Dios? A Mí (el Señor y Dador de la Vida y de toda Dádiva que de ella surge) ya en mi cualidad de ser humano los sabios del mundo me declararon como un hipnotizador y estafador, o un personaje de fábulas, ¡y continúan haciéndolo aún hoy en día! Aun así hay millones de los que no se dejan equivocar. Ellos, los que no se limitan a oír mi Palabra sino que la ponen en práctica, en su corazón sencillo reconocen que Jesús de Nazaret es más de lo que los sabios del mundo aceptan. Al profundizar en esta obra, que nadie se atenga al juicio mundano que sólo ensalza aquello que es afín al mundo, sino que se atenga únicamente a la voz de su corazón sencillo. Porque los sencillos darán a cada uno un juicio correcto ante los ojos del buen Dador. Ahí el intelecto de los sabios mundanos encontrará aún muchas ocasiones para meter la pata; suerte, si no fracasa del todo.

4. Si aquel que lee esta obra reconociendo que se trata de una comunicación desde la esfera espiritual tiene duda de si procede de un espíritu de mala o de buena índole, entonces es todavía muy ciego; pues, la corteza del intelecto humano todavía le encubre demasiado la visión de su corazón.

5. El que tiene una fe viva en Mí, seguro que es consciente de mi Fuerza, mi Bondad y mi Sabiduría, y reconocerá que tengo Fuerza y Sabiduría más que suficientes para apartar al enemigo eternamente de allí donde Yo me pongo a labrar un campo. Os digo que Yo y Satanás nunca hemos arado en el mismo surco... esto existe sólo en el intelecto del mundo materialista porque en éste no reina sino la oscuridad, con lo que a tal intelecto todo le parece oscuro. Pero a una visión cultivada por el Padre todo parece distinto porque a los verdaderamente puros e iluminados todo les parece puro y bien iluminado.

6. Pero a los que dicen que esta obra para que se pudiera asumir que viene desde lo Alto carece de sencillez, de calma, de circunspección y de una cosmología suficientemente profunda, a ellos les sea dicho: ¡Que sometan sus propios corazones a un examen, a ver si no son ellos mismos quienes carecen de todo aquello que echan en falta en esta Palabra! Por lo demás ellos emitieron un juicio para, como sabios europeos, dar su parecer sobre esta obra; pero esto sin haber profundizado en ella... Porque para eso hace falta más que una lectura superficial de algunos de sus capítulos.

7. ¿Qué es lo que, además, entienden esos lectores sobre el termino de “sencillez”? Cuando una obra está presentada de tal manera que incluso los niños la pueden comprender (mientras que sepan leer bien y puedan pensar un poco más allá del abecedario) a pesar de la inevitable cantidad y profundidad de los asuntos que para la visión humana limitada pueden resultar misteriosos, Yo diría que esta obra no carece ni mucho menos de una bien lograda sencillez. De todos modos las imágenes y la lengua hablada que también son expresivas, no precisan de una obra escrita con sencillez, sino únicamente de la comprensión de un corazón sencillo. En cuanto al intelecto humano más le parece que la sencillez, la calma y la cosmología suficientemente profunda faltan, tanto mayor, en realidad, es la intensidad de estas características. Porque lo que al corazón le da calma y paz, esto mismo tiene que poseer la calma y paz en abundancia; pero al intelecto, por supuesto, no le puede dar calma porque este no es receptivo para ella, con lo que en una obra escrita el intelecto no podrá encontrar calma alguna, al igual que un río que no encontrará calma antes de haber llegado a la profundidad del mar. Si el intelecto de los sabios del mundo pudiera humillase y desde su altura imaginaria rebajarse al fuero vital de un corazón sencillo, ya desde allí, en su ambiente de calma y paz, se enteraría de la calma intrínseca de la obra actual y de su gran circunspección, echadas en falta. Pero mientras el intelecto humano revolotee en la altura de castillos haciéndose sabiduría mundana, parecido a un gallo del campanario montado en la aguja de una torre, y esté continuamente expuesto a toda clase de vientos de dudas que soplan desde todos lados, girándole de acá para allá... muy poco encontrará de calma ni tampoco la circunspección acostumbrado a esas alturas de viento.

8. Y si alguien en esta obra echa en falta “cierta profundidad de cosmología”, que le conste que el Dador de esta obra no tenía ni mucho menos la intención de enseñarnos sobre una cosmología que ahora, por desgracia, ya está muy extendida entre la humanidad... sino que en todos aquellos que lean esta obra dentro de la verdadera paz y sencillez de su corazón y la tomen por lo que realmente es, el Dador quiere despertar unos buenos principios, para que a partir de estos se alimenten de una fe viva y verdadero amor hacia Dios y el prójimo.

9. Además, todos aquellos que lean esta obra con el debido esmero, también llegarán a un concepto de cosmogonía bastante noble... y esto sin apoyo por parte de los sabihondos del mundo que, mediante sus vanas investigaciones intelectuales y su concepto de cosmología, no conseguirán a las verdaderas profundidades de la constitución del mundo y del universo como esta obra les explica a sus lectores... Y esto sin hablar de las comunicaciones posteriores en las que aún será revelada incluso la constitución material y espiritual de los diversos soles, sistemas planetarios y sistemas de soles centrales...

10. Esta obra explica con claridad la evolución material y más aún el desarrollo espiritual desde el origen primario de todas las cosas creadas, es decir, que abarca una cadena infinita de épocas de evolución... y, de por ahí, sale un investigador al que parece que a esta revelación le falta profundidad... y realmente, para él ni en todos los Cielos habrá un ungüento para sus ojos que pueda curar semejante miopía.

11. Los buenos lectores de esta obra podrían decir con todo derecho: «Nosotros que somos unos amantes de Dios muy simples y poco lúcidos, aparte de frecuentar su universidad en nuestros corazones, nunca hemos asistido a la de París, Jena o Göttingen, pero no queríamos cambiarla por toda esa sabiduría tan célebre. Porque la continua visión en las profundidades de las grandes Creaciones de nuestro Padre tan sumamente sabio nos entusiasma más que todo aquello que vosotros en los últimos mil años de investigaciones produjisteis con vuestra ceguera. El alcance de vuestros telescopios y de vuestros vectores matemáticos lo podemos apreciar a base de vuestros calendarios, y las medidas que tomáis no nos son desconocidas. Pero para definir el alcance de la visión clara de nuestros corazones que habitan en Dios, todos vuestros telescopios y vuestros vectores matemáticos de poco os servirán.

12. De modo que aquel que quiera leer esta obra y sacar un verdadero provecho para su alma, que la lea con toda sencillez de un corazón devoto a Dios –– sin figurar de censor como acostumbra el intelecto mundano. Si es un buen administrador del corazón, en la obra presente encontrará en abundancia todo lo que un lector hondamente intelectual no encontrará».

13. Y ahora mi Bendición y Gracia para los lectores conscientes que tienen un corazón puro y una buena voluntad. Amén.

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