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Capítulo 13 El Gobierno de Dios, Libro 1

La expulsión del paraíso

1. Pero ahora vuelve a Adán y Eva y fíjate en el modo de vida mundana que ellos y sus descendientes, en lo sucesivo, llevaron ante los ojos omnividentes de la Santidad de Jehová... Durante treinta años terrenales la pareja vivió en el seno de la familia con los descendientes benditos cuyo número era el mismo de los años que habían pasado... y Caín fue el único entre ellos que no fue bendecido.

2. Hubo un día en el que el eterno Amor mismo habló a Adán en su corazón ––y después el ángel se lo repitió frecuentemente–– que le estaba mandado respetar un día de descanso para la conmemoración de las grandes obras del Amor misericordioso y para la contemplación reverente de la inconmensurable Santidad de Dios, el buen Padre. Y ahora ve lo que pasó: Ocurrió en tal día del Señor que Adán, solo, dio un paseo por un paisaje para admirar la belleza de su panorama. Y el mundo le fascinó de tal manera que, absorto en sus pensamientos, se olvidó del todo de Dios.

3. De esta manera absorto, llegó a la orilla de un río caudaloso de nombre “Eheura”, es decir, “¡respeta el día de Jehová!”... porque así lo zumbó el río... Pero Adán absorto en sus pensamientos mundanos no se enteró de esta advertencia ni comprendió el sentido del zumbido del oleaje.

4. Continuando su paseo a lo largo de la orilla del río, de repente se enganchó con el pie izquierdo en una planta trepadora que serpenteaba alrededor de un enorme árbol; se cayó y sintió un gran dolor –– una experiencia totalmente nueva para él. Entonces se enfadó con la planta, e irritado la preguntó: «¿Acaso no reconoces a tu señor?».

5. Y el vegetal le respondió: «No, ¡no te conozco!».

6. Adán miró la planta desde más cerca, pero no la reconoció. Por esto la preguntó de nuevo: «¿Cuál es tu nombre y cuál tu utilidad?».

7. Y ve, a eso se levantó un viento que pasó por el follaje cuyo zumbido Adán comprendió: «¡Recoge mis moras, exprime su zumo y bébelo, y mi nombre y mi utilidad te serán manifiestos!».

8. En la ceguera de sus pensamientos mundanos Adán hizo caso a lo que el vegetal serpenteante le propuso en su olvido del día del Señor; tomó algunas moras y las probó. Como le parecían muy dulces, se alegró de haber dado con ellas. Por esto se lo tomó a mal con el ángel que nunca le había mostrado esta planta con estas frutas tan sabrosas.

9. Cogió una gran cantidad de moras y las llevó a su casa, donde llegó justamente al ponerse el Sol.

10. Eva y Caín salieron a su encuentro, porque eran los únicos que durante todo el día se habían preocupado por él, dado que no sabían a dónde se había dirigido. Todos los demás lo sabían pero, siendo el día del Señor, no se preocuparon por él –– el padre de su cuerpo... Porque eran hijos de la Bendición que en tal día estaban profundamente absortos en sus pensamientos en Dios y su eterno Amor. Eva y Caín le libraron de su carga y Adán les contó la historia de este nuevo descubrimiento. Eva se alegró mucho y, con la ayuda de Caín, prensó las frutas conforme Adán les dijo.

11. Luego Adán dijo: «Y ahora, ¡descubramos el nombre de este zumo y su utilidad!».

12. Entonces lo bebió a grandes tragos. Luego pasó el recipiente a Eva, a Caín y después a todos los demás –– menos a Abel que aún no estaba presente, porque todavía ardía el fuego en el altar que había erigido para sacrificar allí a la Santidad y al Amor de Jehová –– lo que era del agrado del Señor.

13. En seguida Adán y Eva, y todos que habían probado del zumo se embriagaron; y en este estado de embriaguez todos empezaron a arder en las avideces de la carne... Adán y Eva, y todos sus descendientes presentes, desencadenaron en vil lascivia y fornicación –– mientras Abel estaba todavía rezando al lado del altar de Jehová.

14. Al final de la orgía en la embriaguez del olvido de Dios y del sacrificio ordenado ––el pequeño sacrificio que cada vez antes de unirse tenían que encomendarse en sus corazones a Dios–– apareció el ángel con la espada llameante en la diestra.

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