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Capítulo 13 El Gobierno de Dios, Libro 1

Ahora deja tu altar y ponte a mi izquierda, para que la diestra castigadora quede libre ante los infractores. Y sígueme a la morada del pecado. En cuanto haya despertado a los pecadores del delirio de su lascivia y ellos huyan apoderados por el miedo ante la espada de la Justicia, entonces sígueles como “compañero de huida”, llevando contigo una pequeña parte de los regalos perdidos... Y donde fatigados y agobiados caigan llorando al suelo ––en un país muy lejano que se llama “Ehuehil”, es decir, “país del refugio”–– allí entrégaselos para su alivio... Erige también allí un altar como este de aquí –– un altar cuyas llamas siempre arderán, incluso debajo de las aguas que en cierta época cubrirán toda la Tierra... Y este altar se volverá una montaña, inaccesible para cualquier pie humano, hasta que en el tiempo de los tiempos inclinará su cúspide ante el plano que se llamará “Belén”, la pequeña ciudad del gran Rey... la que algún día será la ciudad mayor de la Tierra... Y su Luz brillará más que la luz de los Soles de los mayores espíritus. Y en este nuevo altar en el país del refugio, con tu gratitud sacrificarás al Señor de todos los comestibles, para que se vuelvan saludables para estos pecadores y para que fortifiquen a los arrepentidos y consuelen a los tristes». – El Gobierno de Dios, Libro 1, Capítulo 13, Párrafo 17

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