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Capítulo 15 El Gobierno de Dios, Libro 1

1. Entonces se le presentó Abel, su devoto hermano, que le había seguido. Y en nombre del eterno Amor le dijo:

2. «Hermano, ¿cómo es posible que comas la carne de la serpiente, habiendo frutos más que suficientes para calmar tu hambre? Ve, nuestro padre bebió de una planta que él no conocía, porque así la serpiente lo había preparado astutamente todo con su maldad ilimitada, en perjuicio de él y de todos sus descendientes. Y de esta manera pecó ante el Señor de toda Justicia, y vosotros por él... También yo fui cargado con esta culpa ante Dios y tuve que expiar igual que vosotros que habíais bebido de la bebida de la perdición... e igual que vosotros tuve que abandonar el paraíso y cargar con vuestro peso físicamente y vuestra Bendición espiritualmente, con lo que por vuestra causa cargué en los dos sentidos.

3. Y ahora veo que comes hasta la carne de la serpiente viva, incluso su sangre... Caín, ¿por qué has hecho esto?».

4. En seguida Caín se recuperó de su arrebato de rabia, miró a Abel y le respondió: «Lo hice por vengarme de la serpiente, para la perdición de su género y de mí mismo, dado que nunca fui considerado digno de la Bendición del Señor... puesto que lo que soy, lo fui sin culpa mía sino únicamente por la culpa de mis padres que fueron culpables antes que yo... con lo que ante el semblante de Jehová surgí como consecuencia del pecado de ellos...

5. ¿Por qué, entonces, tengo yo que expiar una culpa a la cual nunca pude contribuir, dado que no soy la causa sino el fruto del pecado?... ¡Y por esto tuve que prescindir de la Bendición que os fue dispensada a vosotros en toda plenitud!... Con lo que yo tuve que arrastrarme con grandes dificultades, cargado con la maldición de Jehová inmerecida, mientras que vosotros podíais brincar como los ciervos.

6. Y ahora te voy a decir la causa de mi acción: la serpiente en la hierba me habló y me dijo: “¡Cómeme, sáciate de mi carne y calma tu sed con mi sangre, y serás un señor de la Tierra! Todos tus descendientes reinarán en ella, y su fuerza y su poder serán mayores que los de todos los bendecidos. ¡Yo no te doy mandamiento alguno, sino te doy el poder para reinar y la fuerza para subyugar todo!”.

7. Ves, así me habló la serpiente, y ella continuó: “¡Mi carne acabará con tu naturaleza injustamente inculpada ante Dios, y mi sangre te dará una nueva personalidad sin culpa alguna, provista de todo poder y toda fuerza!”. A continuación la serpiente se calló y yo la cogí y me la comí, tal como lo viste».

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