¿Por qué, entonces, tengo yo que expiar una culpa a la cual nunca pude contribuir, dado que no soy la causa sino el fruto del pecado?... ¡Y por esto tuve que prescindir de la Bendición que os fue dispensada a vosotros en toda plenitud!... Con lo que yo tuve que arrastrarme con grandes dificultades, cargado con la maldición de Jehová inmerecida, mientras que vosotros podíais brincar como los ciervos. – El Gobierno de Dios, Libro 1, Capítulo 15, Párrafo 5
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