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Capítulo 19 El Gobierno de Dios, Libro 1

Caín asesina a Abel

1. Resulta que la distancia de los dos altares de Caín y de Abel no estaba a más de setenta pasos, él de Abel en dirección a la mañana y él de Caín en dirección a la tarde.

2. Cuando Caín observó que el humo de Abel subía al cielo, mientras que el suyo bajaba al suelo, empezó a enfurecerse en su corazón; sin embargo, exteriormente puso una cara normal, para que nadie se enterase de que estaba rabiando. Abel, mientras tanto, rezaba por Caín porque se había dado cuenta de su infamia.

3. El Señor atendió los ruegos de Abel y, conforme a su devoto deseo, se dirigió en voz alta a Caín que estaba rabiando:

4. «Caín, ¿por qué te volviste infiel a Mí y por qué permitiste que tu corazón se llenara de cólera? ¿Por qué finges en tu comportamiento y mientes con tus ojos? –– ¡Estás tramando algo contra Abel! De no ser así, ¡niégalo –– si puedes!

5. Oí como maldijiste a mi Sol y vi las gavillas vacías con las que querías contentarme dentro de tu pereza y avaricia... y vi que con tu gran holgazanería unas cuantas veces te aprovechaste de tu mujer, omitiendo lo que te había sido mandado hacer antes de cohabitar con ella. Dime, ¿acaso no es así?

6. Mira, te he observado con paciencia y no he dejado caer mi diestra castigadora sobre ti, ni te guardé ira en mi Santidad... Por esto, ¡considera mis palabras, y vuélvete devoto en tu corazón! Entonces me resultarás agradable y volveré a aceptar tus sacrificios. Pero si secretamente persistes en la maldad de tu corazón, entonces el pecado se habrá preparado un cobijo en él y reinará en ti... y tú y todos tus descendientes se volverán esclavos de él, con lo que a todos os alcanzará la muerte.

7. Por este motivo, no permitas al pecado que su voluntad reine sobre ti sino rompe con ella categóricamente... haz que tú domines su voluntad, para que te vuelvas libre... para que tú mismo te vuelvas un señor de tu propia voluntad que es mala desde su principio, porque surge de ti y no de Mí».

8. Al oír estas palabras, Caín se inclinó hacia el suelo como si quisiera arrepentirse de su culpa. Pero en este momento se fijó en una serpiente delante de sus pies. Profundamente asustado, se levantó para huir corriendo hacia Abel. Pero la serpiente le rodeó los pies, de modo que Caín no podía abandonar el lugar.

9. A continuación la serpiente levantó su cabeza, agitó su lengua bífida y dijo a Caín: «¿Por qué quieres huir de mí? –– ¿Qué te he hecho yo? Mira, yo soy una criatura como tú pero tengo que arrastrarme por el suelo en esta mi figura miserable... ¡Sálvame y seré igual que tú pero aún más hermosa que tu mujer Ahar... y te volverás como Dios, fuerte y poderoso sobre todo lo que existe sobre la Tierra!».

10. Pero Caín respondió a la serpiente: «¡Mientes!, ¡porque cuando te encontré en la hierba y después te descuarticé y te comí, me engañaste! ¿Cómo me voy ahora a fiar de tus palabras? Entonces tuve que sufrir mucho por tu culpa. Por esto conozco tu manera de mentir y nunca ya podré fiarme de tus palabras. ¿Acaso no acabas de oír las palabras de Jehová desde lo Alto?

11. Si incubas el menor conocimiento de la Verdad, entonces interpreta todo a tu manera. ¡Si puedes convencerme de lo contrario, te creeré y te haré caso!».

12. «Ve, ¡todo esto es la culpa de Abel!», le respondió la serpiente. «¡Porque él quiere usurpar todo el poder para reinar! Él quiere privarte de tu derecho del primogénito y lo ha urdido de una manera tan astuta que ha cegado incluso al Amor de la Divinidad, fingiendo ser devoto, para que le deje reinar sobre todo lo que existe en la Tierra, permitiéndole que te pise con los pies, burlándose de ti. Porque entonces cuando me encontraste entre la hierba e hiciste lo que te había aconsejado, te habrías vuelto un señor sobre todo –– si la astucia tramposa de tu hermano no hubiera descubierto lo que ibas a ser... Por esto Abel acudió con cariño fraternal, fingido como si te quisiera ayudar... En fin, también te ayudó, pero no para el trono que te corresponde únicamente a ti, sino para la miseria, una discriminación total de tu dignidad –– de lo cual hace tiempo ya habrías debido darte cuenta...

13. Incluso por este pequeño detalle te tenía celos: pues, el Señor había aceptado tu sacrificio como aquel de él... Y sabía cómo lisonjear la Voluntad de Jehová de por sí muy quebradiza para que rechazara tu sacrificio... y para colmo que aún te echara un sermón de padre y muy señor mío.

14. De por sí no le gustaba que el Señor no te hubiera aniquilado a la primera. Fíjate como él todavía quiere persuadir al Señor, rezando con astucia, para que cumpla con aquello que hasta ahora, por clemencia, aún no ha cumplido.

15. Ahí ves la gran astucia de Abel que por su gran hipocresía quiere incitar al Señor a que, en su gran ceguera, finalmente le entregue todo su Poder a él... con la intención de que después pueda echarle de su trono... Con lo que después Dios se consumirá en la Tierra, mientras que Abel será un Dios soberano en el trono de Jehová, eternamente.

16. Por esto, ¡apresúrate!, porque es la última vez que todavía puedo proveerte de la fuerza necesaria para salvar a Dios y a ti. Pero con este motivo date prisa, ve a Abel y convéncele con palabras lisonjeras para que voluntariamente te siga hasta aquí. Entonces yo le ataré de manos y de pies, y tú tomas una piedra y le das un fuerte golpe en la cabeza, ¡con lo que tú le darás la muerte con la que él ––mediante Jehová–– te amenazó a ti! De esta manera te librarás de tu muerte segura, y abrirás los ojos al Amor cegado de Dios engañado que por su parte te nombrará señor de la Tierra y hará que la muerte del pecado sea sumisa a ti».

17. Persuadido en la maldad de su corazón, Caín se fue directamente a Abel; y le dijo con dulzura: «¡Hermano, ven y líbrame de la serpiente que de nuevo quiere destruirme!».

18. Pero Abel le respondió: «Lo que tú crees que pueda ocurrir, ¡esto ya ha ocurrido! Aun así, lo que tú me pides dentro de tu depravación, esto te lo voy a consentir por mi amor... La muerte que tú piensas darme caerá sobre ti, y mi sangre con la que vas a manchar la tierra clamará a Dios y caerá sobre ti y todos tus hijos; y la piedra con la que vas a matarme a golpes será una piedra del escándalo en la que tropezarán todos tus hijos. La serpiente estropeará toda la sangre de la Tierra, y los hijos de la Bendición clamarán venganza sobre tu sangre. Vendrán unas grandes tinieblas sobre vosotros y nadie comprenderá el lenguaje de su hermano –– como tú que ahora ya no comprendes el mío, porque has permitido que te deslumbre tu propia maldad manifiesta en la forma de la serpiente dentro y fuera de ti –– que era, es y siempre será la maldición manifiesta del juicio justo de Dios.

19. Ve, como el Señor me ha descubierto el concepto de tu maldad disimulada y tu gran furia; también sé lo que intentas hacer conmigo y sé el porqué.

20. Oh, tú, cuya ceguera durará hasta el final de todos los tiempos, llévame pues de víctima inocente, y procede conforme a tu maldad fuera y dentro de ti, para que quede manifiesto que tu serpiente es una eterna embustera mentirosa... De modo que después ya experimentarás en ti mismo quién de entre tú y yo es el engañado...

21. La infamia que hiciste al Señor te tomará preso, y después de tu crimen se te abrirán los ojos y los oídos para que veas que el Señor me acoge como último sacrificio de tu mano, bien recibido. En adelante ya no habrá miramientos para ti sino únicamente la muerte con la que sacrificaste a tu hermano.

22. Y para que veas que tengo todo poder sobre ti y que me resultaría muy fácil aniquilarte, te voy a dar una muestra de ello: mira aquella montaña de allí, hacia medianoche, al otro lado del río...

23. Ahora ve que la llamo: “¡Soy Abel, el bendito del Señor, lleno del Poder y de la Fuerza del Espíritu santo!, ¡te mando que te derrumbes y desaparezcas, para que Caín se entere del tamaño de su mentira!”.

24. Ya ves, Caín, que la montaña ha dejado de existir a causa del Espíritu del Amor cuya Fuerza es inherente en mí... e igual de fácil me resultaría aniquilarte a ti... Pero para que veas que la Fuerza en Dios no es nada “quebradiza” y que en tu hermano no hay la menor tendencia de tiranía, voy a seguirte como un cordero al lugar donde le van a degollar».

25. A eso, Caín cogió a Abel amablemente del brazo y le dijo: «Pero Abel, ¿qué piensas de mí? ¡Yo vengo para pedirte ayuda y tú, de antemano, me inculpas de tu muerte! Ven, pues, al lugar donde la serpiente te está esperando y destrúyela como la montaña –– y libra a los dos de los reproches de ella».

26. Abel todavía le contestó: «¿Cuál es la diferencia entre tú y la serpiente? –– ¡Qué ciego eres! ¿Acaso te imaginas que también yo soy un asesino fratricida como tú? Por esta causa te sigo y moriré para la Vida, mientras que tú continuarás viviendo para la muerte».

27. Estas fueron las últimas palabras de Abel dirigidas a Caín y le siguió adonde este le llevaba.

28. Nada más llegar al lugar donde la serpiente estaba esperando, la malicia de Caín quedó manifiesta y enredó los pies y las manos de Abel, le tiró al suelo, tomó una gran piedra y destrozó la cabeza de Abel de modo que la sangre salpicó alrededor sobre el suelo.

29. La serpiente se soltó de los pies de Abel, tomó la piedra en sus fauces y se fue para depositarla delante la puerta de Caín, mientras que ella misma se ocultó en la arena debajo del zarzal.

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