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Capítulo 23 El Gobierno de Dios, Libro 1

Las órdenes de Hanoc como tirano

1. Cuando la ciudad estuvo terminada del todo, Caín introdujo a Hanoc en el edificio erigido para él, y en presencia de todos sus hijos y nietos dijo:

2. «Ve, Hanoc, en este edificio construido únicamente para ti, te entrego todos mis derechos paternales con todo poder para que reines sobre nuestros hijos y todos sus descendientes, mediante leyes sagradas para ellos. Poco importa si una ley es así o asá, porque la importancia mora en su observación estricta, con lo que constará: “Actuar conforme la ley es actuar correctamente –– mientras que actuar en contra de ella es un fallo acabado”... un fallo que acarrea la sanción irremediable conforme a la importancia de la infracción.

3. De modo que nos volveremos libres por la observancia de la ley –– y no por su contenido que carece de importancia...

4. Pero tú como legislador estás exento de toda observancia, porque tu libertad tiene que ser total y sagrada para todos, porque si tú también fueras atado a la ley, ella te estorbaría en tu esfera necesariamente libre. Por esta razón tienes que encontrarte fuera de ella, libre como alguien que no conoce leyes... pero a todos ellos que están sujetos a tu ley, cada una de tus acciones tiene que resultar una ley; de modo que hagas lo que hicieres, ¡cada gesto de ellos tiene que ser una realización de tu voluntad!».

5. Acto seguido el nuevo soberano abrió la boca y dijo: «¡Oíd, todos vosotros que sois súbditos míos, hombres y mujeres!, ¡que nadie jamás considere algo como propiedad suya sino únicamente como mía, para que finalmente se terminen las peleas entre vosotros! Por lo tanto, en adelante, vais a trabajar para mis despensas; y en cambio yo os daré de comer, a cada uno conforme su aplicación... Los más fieles podrán estar más cerca de mí que los menos fieles... Los observadores de los reglamentos y los ejecutores de los castigos tendrán una comida más opulenta... Pero ¡ay de los desobedientes, porque a ellos los despacharé a las montañas donde las bestias salvajes los despedazarán! Aquellos que infringen mis leyes por pereza, falta de atención o descuido, ellos serán castigados con látigos hasta que sangren... A los que se atrevan a contradecirme en lo que fuera, se les arrancará la lengua y luego se les echará a las serpientes... Y aquel que osara mirarme de reojo, a él se le vaciarán los ojos para que en adelante ya no pueda ver a su soberano. El perezoso servirá de bestia de carga y será tratado como tal, con palos, para que sus manos y pies se vuelvan más ágiles.

6. Por lo demás no os doy otra ley sino la de la observancia estricta de todos mis deseos y disposiciones que os haré llegar a cualquier hora del día o de la noche».

7. Ante esta evolución hasta Caín quedó consternado, con lo que todos, profundamente asustados, salieron de la vivienda de Hanoc, maldiciendo en sus corazones a su cruel padre Caín que les había causado semejante destino.

8. Y cuando declinó el día, todos tenían hambre. Como no se atrevían a comer nada, se fueron a Hanoc y le dijeron: «Señor, hemos trabajado todo el día, ¡ahora danos de comer como nos prometiste!».

9. Pero Hanoc se levantó y les dijo: «¿Dónde están los frutos de vuestro trabajo? ¡Traedlos aquí, depositadlos en mis despensas y a cada uno le daré lo que le corresponde!».

10. De modo que se fueron y trajeron lo exigido, los unos más y los otros menos, y depositaron todo a los pies de Hanoc. Sólo Caín y su mujer no trajeron nada, convencidos de que estaban exentos.

11. Pero, al distribuir los frutos, Hanoc dijo: «¡El que ha trabajado, que también coma, pero aquel que no ha trabajado, que tampoco coma!».

12. De modo que por esta vez Caín y su mujer tuvieron que ayunar y se fueron de la casa de Hanoc sin encontrar alma misericordiosa alguna entre sus descendientes que les diera de comer. Ante esta situación salieron a los campos para alimentarse de los frutos que habían quedado; y como no tenían vivienda construida, los dos durmieron a cielo raso.

13. Cuando el día siguiente los hijos de Caín salieron para trabajar, ya le encontraron recogiendo frutos. «Vaya», dijeron, «¡por primera vez trabaja en este país! –– ¡Bien merecido lo tiene! Porque siempre lo quiso así: ¡Ley en vez de amor!».

14. Cuando de nuevo habían trabajado una jornada intensiva –– los unos recogiendo frutos, los otros en la construcción de nuevas casas, viviendas y despensas, y otros para la comodidad de su soberano, su mujer y sus hijos, entonces de nuevo todos se presentaron en la gran casa de Hanoc y le trajeron frutos u otros justificativos de su actividad, pidiéndole comida conforme a lo reglamentado –– incluso Caín con su mujer.

15. Pero Hanoc se levantó furioso y dijo: «¿Cuántas veces aún queréis comer al día? –– ¿Acaso os imagináis que os mando recoger frutos para que podáis hartaros aquí sin más preocupaciones? ¿De qué, entonces, viviría yo y mi servidumbre que no trabaja como vosotros sino que tiene que portarme en los brazos –– siendo su señor? Por esto, ¡apartaos de mí y que de todos vosotros nadie ya se atreva pisar el umbral de esta mi vivienda señorial! En adelante mi servidumbre recibirá de vosotros los frutos que son para mi casa. Y vosotros mismos podréis comer frugalmente de los frutos que de por sí han caído de los árboles y de las zarzas... ¡Y esto se aplica tanto a los que recogen frutos como a aquellos que trabajan en la construcción! –– Con lo que tenéis un nuevo mandamiento que tenéis que cumplir... ¡Y ay del infractor!».

16. Sólo Caín tomó la palabra, consternado, y preguntó tristemente: «Oh Hanoc, gran soberano y anteriormente hijo mío, dime con justicia conforme a tu corazón: ¿Acaso tu padre y tu madre no están exentos de todo lo que mandaste sabiamente a tus súbditos, conforme a tu parecer? Ya que me tratas como a mis hijos, entonces dispón por lo menos que ellos alimenten a su padre y su madre. Porque ya somos ancianos y nos hemos vuelto débiles. O permite que podamos irnos de aquí hasta al fin del mundo, para que ya no tengamos que ver la gran aflicción de nuestros hijos que viven en la miseria bajo el yugo pesado de una justicia arbitraria».

17. «¿Qué me estás preguntando? –– ¿Acaso no soy justo cuando actúo según me instruiste y me diste el poder? Fuiste tú mismo el que únicamente a mí me declaraste exento de la ley, sin excepción tuya... ¿Cómo, entonces, exiges ilegítimamente algo tal de mí, cuando me obligaste a que contigo ––el primer legislador–– cumpliera con las severas consecuencias legales de la desobediencia, estableciendo de esta manera un ejemplo sin piedad para que sirviera de escarmiento para todos los demás? De modo que si actúo así, ¿acaso no es justo? Porque donde no hay amor sino únicamente mera justicia, ¿cómo puedes tú enfrentarte a mis leyes arbitrarias para conseguir una excepción en forma de una gracia que nunca puede ser compatible con la justicia de las leyes de tu soberano? El hecho de que seas mi padre, ¿qué me importa? Lo que soy, ¿acaso no lo fui por ti, sin que hubiera puesto la menor condición para tanto? Tú me engendraste ajeno a mi voluntad y me hiciste soberano, también ajeno a ella. Dime, pues: ¿Qué clase de compromiso legal pudiera yo tener ante ti, ante el hecho de que me trajeron a este mundo y me hicieron lo que soy sin que jamás nadie hubiera consultado con mi voluntad ––ni tuve voluntad ni puse condición alguna–– sino que fui un producto de tu lascivia y fui soberano a causa de tu ambición...

18. ¡De modo que huye de mi vista, adonde quieras, para que no te alcancen las consecuencias severas de la justicia! He aquí la única gracia que te concedo debido a mi libre voluntad de poder hacer lo que quiero. Y ahora, ¡ve y huye!».

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