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Capítulo 24 El Gobierno de Dios, Libro 1

1. De modo que Caín se puso en camino, con su mujer, dos niños y dos niñas; y después de cuarenta días llegaron a la orilla de la mar. Al ver este panorama, Caín se asustó profundamente porque estaba convencido de haber llegado al fin del mundo, y se preguntó adónde podría huir si Hanoc le persiguiera:

2. «Delante de mí se encuentra el fin del mundo y a la derecha y a la izquierda hay montañas altas a las que no me está permitido pisar... Y el ojo y el oído misericordiosos del Señor están cerrados para mí. Aunque aquí vea muchos frutos no bendecidos, ¿quién se va a atrever a comerlos? Porque las provisiones que trajimos con nosotros ya se han acabado. ¿Qué voy a hacer?

3. Tal vez, una vez más, procuro dirigir un gran clamor al Señor... o sea que me atiende o deja que perezcamos –– con lo que finalmente se hará su Voluntad, la cual en nuestra gran ceguera durante tanto tiempo no hemos respetado».

4. De modo que Caín después de un espacio de 77 años volvió a rezarme durante tres días y tres noches, sin cesar, clamando: «¡Oh Señor, el más justo y lleno de Amor!, ¡mira con Clemencia al mayor deudor tuyo y haz de mí conforme a tu Voluntad!». –– Y estas palabras las repitió miles y miles de veces...

5. Como gritaba tan desesperadamente, Caín me dio lástima. Por esto mandé a Abel, en una columna de fuego, para que Yo pudiera hablar por la boca de él, y dije: «Caín, ¡levántate del suelo, mírame a la cara y dime si todavía me reconoces o no!».

6. Caín se levantó y miró tímidamente la columna de fuego, pero no reconoció ninguna forma ni la voz. De modo que preguntó: «¿Qué ser extraño eres, en esta columna de fuego?».

7. «Soy tu hermano Abel en la Llama del Amor divino. ¿Qué quieres que haga contigo?». «Oh hermano, ¡tú!... Mira, hermano, ¡te digo que ya no tengo voluntad! Porque mi hijo Hanoc me ha quitado todo, ¡incluso mi voluntad! Todos nosotros, tal como nos ves aquí, estamos totalmente abúlicos... ¡Por eso, lo único que te puedo decir es que en mí y los míos se cumpla la santa Voluntad del Señor!».

8. «Entonces oye», dijo Abel. «Es la Voluntad del Señor que comáis de todos los frutos que encontréis aquí –– sin miedo, porque la serpiente te ha desterrado aquí y ella misma se ha quedado con tus hijos en la ciudad de Hanoc, con todo su veneno, y ya no tendrá que ver con vosotros. Porque en el momento en que el hombre haya cedido toda su voluntad, entonces el engendro malvado de la serpiente ya no tendrá campo. Pero el que ha subordinado su voluntad a la de la serpiente, él es un cautivo de ella; con lo que está en el camino de la perdición.

9. Pero aquel que ha logrado huir de los lazos de la serpiente que mientras tanto se han vuelto muy poderosos... el que de esta manera ha salvado la última gota de su voluntad... si él cede esta última gota ante el semblante de Jehová, a él el Señor le dará una nueva voluntad procedente de Él mismo, para que en adelante actúe como herramienta del Señor. Con lo que es la Voluntad del Señor que en adelante actúes conforme esta su Voluntad. Y aunque algún día te encontraran los descendientes de Hanoc, no te reconocerían ni a ti ni a los tuyos, porque el Amor del Señor os quemará negro, para siempre.

10. Y ya no llevarás el nombre Caín sino “Atheope” lo que quiere decir “el que no tiene voluntad conforme a la Voluntad de Dios”. Junto con los tuyos vas a hacer un cesto muy grande de caña y junco, de largo siete veces la altura de un hombre, de ancho tres y de alto una altura de hombre; bien robusto. Y después lo tenéis que calafatear con diversas resinas. Una vez que con toda aplicación hayáis hecho esto, acercáis el cesto a la orilla de la gran mar, recogéis frutos suficientes para cuarenta días y, finalmente, os montáis todos en él.

11. Y el Señor hará venir una marea alta que levantará el cesto y os llevará a unas tierras lejanas en medio de estos enormes mares, donde estaréis totalmente a salvo de toda persecución de Hanoc.

12. Por allí habrá muchas islas, y el día que la vuestra os resulte demasiado pequeña, ocuparéis también la próxima, etcétera. De esta manera conforme a la Voluntad del Señor, poco a poco vais a repoblar todas esas islas de las grandes mares.

13. Y si no os olvidáis del Señor, algún día también os dejará habitar una gran tierra firme donde os quedaréis hasta al fin del mundo –– pero esto después de que esa tierra haya sido limpiada de la maldición mediante un gran diluvio que ahogará a los descendiente de Hanoc, pero también a muchos hijos de Dios que se dejarán seducir por las bellas hijas de Hanoc.

14. Pero a vosotros ––los que no tenéis voluntad–– no os alcanzará el diluvio porque el Señor os colocó sobre las aguas de su gran Compasión. Y cuando vosotros mismos preciséis de algo, ya sabéis dónde se encuentra el gran Dador que nunca os abandonará si vosotros no le abandonáis en vuestros corazones.

15. Y ahora, Caín, ¡acércate!». Caín se acercó a su hermano Abel ––a la columna de fuego–– que le abrazó, con lo que se volvió negro como el carbón y su pelo se quedó totalmente rizado. Lo mismo pasó con los otros cinco.

16. Abel todavía le dijo: «Bien, hermano Atheope, ahora eres libre de toda culpa que se ha quedado con Hanoc... En adelante actúa pues conforme a la voluntad del Señor. ¡Amén!».

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