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Capítulo 28 El Gobierno de Dios, Libro 1

1. Como de todos los que ya habían hablado nadie se atrevía a presentar una réplica, finalmente se levantó Molakim y se dirigió a Farak, clavando sus ojos directamente en él: «Hermano, tu discurso fue mordaz pero dio en el blanco de cada uno de nosotros. No obstante, en lo que se refiere a nuestros discursos, también el sentido de estos es bueno y justo –– menos el rechazo de Hanoc... sólo que estaban infamados por viles avideces íntimas que se despertaron en nosotros ante la evidencia de las soberanías que nos habían sido confiadas tan repentinamente.

2. Pero si exterminamos estas avideces desvergonzadas en nosotros para volvernos verdaderos hermanos ––también del pueblo como también de Hanoc, en la medida justa–– entonces, acaso, ¿continuaremos siendo canallas?».

3. «La avidez es la vida de la voluntad. Si extermináis toda clase de avideces en vosotros, después, ¿a base de qué vais a actuar como soberanos? Por esto, ¡que nadie de vosotros ahogue sus avideces que son una chispa del Amor de Dios, sino que cuide de que ellas no se despisten!

4. Nuestras avideces tienen una tendencia correcta si procuran ganarse a Dios en el ámbito de su Amor, y si conforme ello influyen en todas nuestras acciones según la comprensión de la más noble voluntad en nosotros... voluntad que mantendrá nuestro amor propio en toda humildad, transmitiéndole la noción de su pequeñez y extrema debilidad.

5. Tendencias incorrectas de las avideces son el egoísmo y la ceguera y sordera de nuestra voluntad ante el prójimo –– avideces que se orientan únicamente en las propias necesidades.

6. Estas avideces se hinchan en nosotros porque aumentan cada vez más y, por su peso, aplastan la humildad, engendrando la soberbia... un estado del que el hombre quiere liberarse de semejante carga. Pero dado que como ciego no ve y como sordo no oye ni se entera de lo que le pudiera ayudar, en su avidez despistada se agarra a todos los medios imaginables que su egoísmo puede discurrir. De esta manera los hombres nos llenamos cada vez más con cargas cuyo exceso aplasta la Vida de Dios en nosotros y nos reduce a animales –– mera materia de la tierra en la que mora la muerte, tanto como en el fuego y en el agua, en el aire y en la tierra, siendo la Tierra una madre de la carne o de la muerte... porque donde haya carne, también hay muerte. De modo que todos moriremos –– en lo que se refiere a nuestra carne.

7. Aquel que es llevado por su amor propio, él vive en el ámbito de su carne... con lo que tiene avidez por aquello que le acarrea la muerte que se instalará en sus avideces y le capturará en todas las fibras de su vida, de modo que le consumirá y matará. De esta manera, lo que quedará de él, no serán sino las inmundicias de la muerte que abonarán los campos en los que está sembrado el fruto de la perdición. Ahora lo sabéis todo. Actuad con conformidad y vivid, o haced lo que queráis y morid».

8. De nuevo, Molakim tomó la palabra: «Hermanos, me conocéis a mí y mi función, y sabéis que no fui elegido por Hanoc ni tampoco por el pueblo, sino que con excepción de Farak todos vosotros me indujisteis para que mintiera a Hanoc, con lo que también al pueblo. Siendo así, tenía que descubrir mi maña únicamente ante vosotros. Pero ahora echo todos estos artificios a los pies de Farak y os digo francamente: El día que descendiere un Dios de los Cielos, ¡su plática no podrá ser más sabia que la de Farak!

9. Reconozco francamente que si él no fuera nuestro hermano, ¡me echaría a sus pies para adorarle! Pero él es un hombre de carne y hueso como nosotros... ¿De dónde, pues, le viene semejante sabiduría?

10. Ved, yo soy tan ciego y sordo como vosotros. Pero oigo un susurro dentro de mí que me dice: “¡He aquí que Dios habla por la boca de Farak, invisiblemente! –– ¡A esta voz debemos escuchar, hacerle caso y actuar conforme, para que tengamos la Vida! Porque de lo contrario las lágrimas de nuestros hermanos se acumularán en una avenida de las aguas y nos ahogarán a todos en nuestra gran sensualidad, nuestros engaños y nuestra astucia”».

11. Estas palabras inspiraron también a Uvrahim que se levantó y dijo: «¡Amén! –– ¡Gracias al Dios antiguo por haber abierto la boca de Farak, nuestro hermano, sin el cual todos habríamos perecido! Porque ya estabamos presos en nuestras avideces fatales donde el uno quería ser el traidor del otro, con lo que de una manera u otra, de todos modos nos habría alcanzado la muerte –– el juicio justo desde las alturas de la Santidad o desde la profundidad de la ira del Dios antiguo.

12. Yo fui un gran lisonjeador, con lo que hice más mal que vosotros y a Hanoc a la fuerza. Porque sin mí, hace tiempos que Hanoc ya habría abandonado la idea de su divinidad que yo le había metido en la cabeza ––discurrida por Uvrak con la ayuda de Nohad y de Thahirak–– dado que él repetidas veces ya me había indicado secretamente que, íntimamente, todo esto de la divinidad le causaba mucho miedo y que de día y de noche, cuando se encontraba solo, le ocasionaba un continuo desasosiego. Por esto muchas veces ya había maldecido esta idea desafortunada de Uvrak, porque ante el pueblo ya no podía deshacer lo hecho... a pesar de que esa idea acerca de la divinidad en su pecho le quemaba más que el fuego...

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