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Capítulo 28 El Gobierno de Dios, Libro 1

La deliberación de los diez soberanos

23. De modo que Thahirak empezó a dirigir un discurso poderoso a la asamblea, y en pocas palabras dijo: «Hermanos, que todos habéis hablado tan sabiamente que me he sobresaltado hasta en el fondo más íntimo de mi maldad... he visto mi nulidad y mi debilidad absolutas, y he percibido la gran injusticia de todas mis acciones... Me consta, hermano Farak, que ante tu sabiduría no hace falta que exponga todas las barbaridades que cometí, porque incluso los menos sabios saben más que de sobra cuáles eran mis funciones y mi especialidad en toda clase de sacrilegios.

24. Ved, yo soy demasiado malo para que en vuestra asamblea presente cualquier excusa. Por esto sólo os digo que soy la base de todo el mal entre vosotros, el pueblo y Hanoc; y también por esto no reivindico soberanía alguna, ni tampoco servidumbre, porque lo único que me corresponde es que me deis la misma suerte que le ha tocado al padre Caín. Sólo de esta manera se podrá extraer las bases de toda maldad del edificio flojo de todo sacrilegio, para que este se derrumbe y en su lugar, para siempre, se pueda erigir un edificio de la sabiduría justa de Farak –– la sabiduría que surge de Dios el Verdadero y el Poderoso.

25. Ved, hermanos, éste es el único premio que merezco más que nadie de todos vosotros... un premio más que justo, sobre todo ante el hecho de que ahora sé que el Dios antiguo ya no puede concederme su Gracia ni su Misericordia por la manera vil que he blasfemado contra Él.

26. Ahora he terminado y espero en toda humildad el juicio bien merecido, emitido por la sabiduría divina y justa de Farak.

27. De vuestra compasión depende si en mi huida puedo llevar a mi mujer y a mis niños, siguiendo las huellas de Caín. ¡De modo que se cumpla en mí la voluntad de Farak!».

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