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Capítulo 4 El Gobierno de Dios, Libro 1

La verdadera Iglesia

1. Mi Gracia es un tesoro incalculable, y a quién le es dispensada, él jamás ya tendrá escasez en lo que sea, temporal y eternamente. Por esto, que cada uno procure ganársela lo antes posible, porque la concedo a todo el que la quiera tener.

2. Mira, si buscáis la remisión de vuestros pecados, estos os serán perdonados, si realmente hacéis penitencia a través de Jesucristo que es mi Palabra viva y el Amor en Mí; y las puertas del Cielo os serán abiertas si tan sólo queréis entrar y ver el semblante de vuestro Padre santo que soy Yo, Jehová, el Dios eterno.

3. Esto lo podéis hacer mediante la Palabra viva que es Jesucristo o el Amor y la Sabiduría eternos en Mí, Fuente de todo lo Bueno y Verdadero. El Amor se os da desde el principio, porque es la misma Vida en vosotros, tal como el Poder es la vida en mis criaturas. El Poder también surge de mi Amor, pero no es mi Amor mismo, porque en el Poder no existe libertad sino únicamente el efecto que produce el Amor –– un efecto que como tal carece de vida... Por esta razón todo lo que surge del Poder es materia muerta cuya vida no es sino aparente –– con lo que en realidad ya es la muerte en sí...

4. Por esto, si alguien se apega al mundo material, el poder de la muerte lo aplastará, y como consecuencia le tocará la integración en la materia o la muerte.

5. Pero aquel que dirige su amor hacia Mí, él vuelve a reunir su amor con el Amor, es decir, con la Vida de toda vida que le vivificará del todo.

6. Pero ahora te digo: El Amor como tal es ciego y carece de luz propia; razón por la cual está expuesto al gran peligro de perderse y de perecer.

7. Por esta razón a todo amor dirigido a Mí, conforme a sus dimensiones, le añado una parte adecuada de Luz –– un regalo que se llama Gracia, mediante la cual Yo mismo fluyo en cada hombre conforme a la dimensión de su amor...

8. Aquel que íntimamente vivifica mi Ley ––lo que es la suma expresión del Amor–– sobre él se derramarán corrientes de Luz, y su visión penetrará la Tierra y llegará a las profundidades de los Cielos.

9. Díselo a todos, aunque sean católicos, protestantes, judíos, turcos, budistas o paganos ciegos: En la Tierra no hay sino una sola verdadera Iglesia: El amor a Mí en mi Hijo que es el Espíritu santo en vosotros que se os comunica por mi Palabra viva... Y esta Palabra es el Hijo, y el Hijo es mi Amor que está en Mí y Yo le penetro del todo, porque somos Uno... De modo que estoy en vosotros... Y vuestra alma cuyo corazón es mi morada es la única verdadera Iglesia en la Tierra. Únicamente en ella está la Vida eterna, porque es la única verdadera dispensadora de bienaventuranza...

10. Porque mira, ¡Yo soy el Señor sobre todo lo que existe! Yo soy Dios, el Eterno y el Poderoso, y como tal también soy vuestro Padre santo, lleno de Amor. Todo esto lo soy en la Palabra... La Palabra está en el Hijo, y el Hijo está en el Amor... El Amor está en la Ley, y la Ley os ha sido dada... Si la tenéis en cuenta y actuáis conforme a ella, entonces ya la habéis asimilado. Y sólo entonces vuestro interior se vuelve vivo, os alza y os libera, con lo que ya no estaréis debajo la Ley sino encima de ella –– en la Gracia y en la Luz que son mi Sabiduría.

11. He aquí la bienaventuranza, o sea, el Reino de Dios en vosotros, o sea, la única Iglesia dispensadora de bienaventuranza en la Tierra fuera de la cual no existe la Vida eterna.

12. ¿No os imaginaréis, acaso, que Yo habito entre muros, entre ceremonias, entre oraciones o veneración? –– ¡Nada de eso! –– Yo no me encuentro sino allí donde está el amor, porque Yo soy el Amor mismo y la Vida misma. Yo os doy Amor y Vida y me junto únicamente con el amor y la vida, pero nunca con la materia o la muerte...

13. Por esto superé la muerte e hice que la Divinidad me estuviera sometida, para Yo tener el Poder sobre todo lo que existe y para que mi Amor reine eternamente y vivifique a todo aquel que le es súbdito.

14. Ante el hecho que Yo soy la Vida misma, ¿cómo vais a imaginaros que Yo os iba a esperar en el ámbito de la muerte? Por esto, ante todo, dirigíos a la verdadera Iglesia en la que mora la Vida –– y sólo después a la muerta ¡para que también ésta, por vosotros, se vuelva viva del todo!

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