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Capítulo 9 El Gobierno de Dios, Libro 1

18. “Gran Dios de todo Poder, de toda Fuerza y de toda Santidad, ¡retira tu gran ira, apaga su fuego destructor y, en la serenidad de tu Santidad, escucha las palabras de tu eterno Amor que es tu propia Vida... escucha a tu Amor que es eterno, poderoso y fuerte como Tú en él y él en Ti... No intentes destruir la Vida del Amor y, en consecuencia, a Ti mismo, ¡sino opta por la clemencia...! Permite que el Amor te proporcione satisfacción, exigiendo penitencia por tu Santidad profanada, ¡y ningún sacrificio que exijas a tu Amor por la reconciliación eterna de tu Santidad le resultará demasiado grande!”.

19. Y ahora ve y fíjate en lo que entonces ocurrió: El fuego se apaciguó y en todos los espacios hubo un soplo suave, todavía acompañado por truenos causados por los fragmentos de los astros aniquilados que centellaban desde una infinitud a otra como rayos.

20. Pero el Amor entendió los truenos de Dios que resonaron: “Te cargo con toda la culpa, como a la Tierra la cargo con los cascotes de los mundos de todos los espacio, y Tú vas a reconciliar la deshonra que sufrió mi Santidad... Vas a reconciliar mi Santidad que es el eterno vínculo entre Tú y Yo. ¡Y ahora maldigo la Tierra, para que ya no haya mancha que pueda ensuciar mi Santidad y para que no, como Tú, me vuelva una Divinidad profanada! ¡Y con esta maldición caerá a la carga de tu culpa que Tú tendrás que aceptar para reconciliar mi Santidad y lavar, con tu sangre, la Tierra de la maldición y la vergüenza causadas por el pecado de Adán!”.

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