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Capítulo 196 El Gran Evangelio de Juan, Libro 1

Otros milagros del ángel en casa de Kisiona. Todo el reino vegetal está dirigido por un ángel. El poder del ángel le viene del Señor. El mensajero rápido

6. «Señor, Tú mi único amor y mi vida, ¿me permites que este joven maravilloso me ayude a servir la comida? Hay mucha, y seguro que mis sirvientes necesitarían una hora entera para atendernos a todos».

7. Yo estuve conforme y le dije: «Bien, sírvete de él. Pero deja de maravillarte tanto; ya sabes que para Dios todas las cosas son posibles».

8. Kisiona quedó muy contento con esta respuesta y rogó al joven que ayudase a traer la comida desde la cocina a las mesas ya preparadas.

9. También el ángel, que siempre le trataba con mucha amabilidad, le dijo que no se maraville tanto y añadió: «Todo eso ya se resolvió mientras todavía estabas pidiendo al Señor de toda la Gloria que Él permitiera que te ayudara. ¿Pero dónde tienes el vino?».

10. Kisiona, echando una ojeada sobre las mesas, se quedó un momento pensativo: «Es verdad, ¡casi nos olvidamos del vino! ¿Si fueras tan amable de traérmelo también? Está en la cueva grande».

11. «Ya está hecho: el vino, en cantidad suficiente, ya está puesto en las mesas al lado de la comida».

12. Kisiona examinó las cuarenta mesas en la gran sala comedor y vio que no faltaba nada. Las sillas y los bancos estaban en perfecto orden y también había muchas lámparas encendidas que proporcionaban una luz muy agradable.

13. Contemplándolo todo, quedó arrebatado de admiración y, después de un rato, dijo: «¡Dios mío, Jesús mío, mi eterno amor! ¡Si esto continúa así, entonces hoy se desintegrarán mis casas y sus piedras y su madera se volverán vivas!». Y, dirigiéndose al joven, continuó: «Mi querido amigo humano o ángel, lo que seas, ¿me explicas cómo puedes hacer todo esto?».

14. «Eres muy curioso», le respondió el joven, «pero te digo: Nada me es posible sin el Señor, que ahora habita tu casa. Sólo Él es Quien realiza todas estas cosas. Si quieres saber cómo todo esto posible para Él, entonces tendrás que preguntárselo a Él mismo; porque para actuar de esta manera, mi poder no es mío sino propiedad del Señor que mora en tu casa. Ve y pregúntale a Él».

15. «Querido amigo, eso ya lo sé», le contestó Kisiona. «Lo que yo preguntaba era la manera cómo esto es posible. ¡Lo veloces y seguros que tendrán que ser tus movimientos! Comparado con tu rapidez, ¡un rayo cae a paso de tortuga! ¡Ay, ya no puedo ni pensar! Si por lo menos hubieras necesitado un poco de tiempo, entonces la cosa sería más comprensible; pero así, instantáneamente, esto es lo que me desconcierta. De modo que, con profundo respeto y admiración, ya no me atrevo ni a respirar...».

16. A eso Yo le dije: «Vamos, amigo, ¡despierta!... ¿Cuándo se te pasará toda esa admiración? Por Mí ya podíamos estar sentados en las mesas para cenar. Luego hablaremos sobre otros aspectos de la Omnipotencia de Dios, de su Amor y de su Sabiduría».

17. «Señor, ¡perdóname! Por la manera maravillosa que llegaron la comida y la bebida, casi había olvidado para qué están en las mesas. Os ruego a Ti y a todos los Tuyos que toméis asiento. Pero ¿dónde están tu madre María y tus hermanos, para ir a buscarlos?».

18. «Para eso sólo hace falta que preguntes por tu mujer y tus hijas. Donde estén ellas, también estará la buena de María con los hijos de José mi padre terrenal. Están muy entretenidas viéndolo todo, lo que muy bien podrán dejar para mañana o pasado mañana. Nuestro joven siervo las traerá a todas».

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