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Capítulo 197 El Gran Evangelio de Juan, Libro 1

La asamblea santa toma la cena y después sale a la colina de las víboras, donde Kisiona quiere levantar una escuela. Indicaciones sobre las condiciones de esta Tierra. Jesús como Señor de las serpientes. Explicación de la parábola de la mala hierba (Mateo 13:37—42)

1. Acababa de decir estas palabras, y en ese instante volvió el joven con las mujeres. Nos sentamos a la mesa y, alegremente, tomamos la cena. Después Yo les dije a todos: «Escuchad; como hace una hermosa noche y se ven muy claras las estrellas, no nos acostaremos todavía sino que nos acomodaremos al aire libre en la pradera de fuera. Allí os diré y os enseñaré muchas cosas».

2. Todos estuvieron conformes y en seguida nos levantamos de las mesas para salir fuera, a una colina al borde del gran jardín, a unos treinta pasos del mar. Kisiona dijo que la colina tenía unas vistas preciosas al mar, pero que existía el inconveniente de que estaba infestada por una gran cantidad de serpientes, víboras y culebras, quizás porque el mar estaba muy cerca, y añadió: «Ya he hecho todo lo posible para expulsarlas, pero todo ha sido en vano».

3. Yo le tranquilicé: «No te preocupes más de ello. Te aseguro que en adelante ya no habrá víboras en esta colina».

4. «Cómo Tú me lo dices, no tengo la menor duda y te agradezco desde el fondo de mi corazón que me libres de este mal. En tu honor haré construir una escuela para adultos y para niños en esta colina, que enseñe tu Doctrina tan pura».

5. «Una escuela así gozará siempre de mi Bendición mientras no se aparte de sus principios», le respondí. «Pero como por desgracia el mundo todo lo pervierte, con el tiempo también lo hará con esta escuela, y también con mi Doctrina pura, de modo que nada perdurará, porque el mundo entero está pervertido y mutilado por Satanás. Pero ahora subamos la colina». Yo tomé la delantera con Kisiona y todos mis discípulos y los empleados de Kisiona nos siguieron muy de cerca.

6. Cuando llegamos al pie de la colina, Kisiona vio una culebra inmensa que subía la colina justamente delante de él, apareciendo en seguida muchas más. Por eso me preguntó: «Señor, ¿será que mi fe en tu Palabra aún no es lo suficientemente firme?, porque los reptiles están ahí todavía».

7. Pero Yo le respondí: «Es para que puedas ver y reconocer mejor la Gloria del Hijo del hombre. ¡Presta atención! Ahora ordenaré a estos animales que abandonen el lugar durante mucho tiempo, mientras todavía vivan descendientes tuyos en este jardín y en esta colina. Y verás cómo estas bestias repugnantes obedecen mi voz».

8. A continuación me dirigí a la colina y amenacé a las bestias. Estas salieron a miles de sus agujeros y, como flechas disparadas, huyeron al mar. De esta manera quedó limpia la colina y desde entonces no se ha vuelto ver en ella ni el menor rastro de culebras.

9. Entonces, muy animados, subimos a la colina. Y como ya había rocío en la hierba, Kisiona hizo buscar rápidamente una gran cantidad de alfombras ligeras que cubrieron casi todo el suelo y nos acomodamos muy bien. También en esto el joven le prestó un buen servicio.

10. Mis discípulos meditaron todavía sobre la parábola de las malas hierbas del campo y no llegaban a entenderla. Por esto se acercaron a Mí y me rogaron que se la explicara.

11. Les respondí: «¿No oísteis decir a Kisiona lo que haría en mi memoria y lo que Yo le contesté sobre lo que por desgracia le ocurrirá a esta escuela a causa del mundo? Pues a esto se aplica la buena tierra que, pese a haberse sembrado en ella el trigo más puro, dejó crecer una gran cantidad de malas hierbas entre el mismo. Escuchad pues la explicación de la parábola:

12. Yo, o como dicen los judíos el Hijo del hombre, soy El que siembra la buena semilla. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino y la cizaña son los hijos de la maldad. El enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del mundo y los segadores son los ángeles. A la manera como se recoge la cizaña, se la ata en gavillas y luego se la quema, así sucederá en el fin del mundo:

13. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles que recogerán en su Reino todas las contrariedades y todos los hombres que obran con maldad y no tienen ojos, ni oídos ni corazón para el sufrimiento de sus hermanos, y los arrojarán en el horno de fuego donde será el llanto y el crujir de dientes. El horno de fuego será el mismo corazón de los hijos de la maldad con su orgullo, egoísmo y despotismo, su inclemencia e indiferencia ante la Palabra de Dios; con su envidia, mentira y falta de palabra; con el fraude y el falso testimonio, el adulterio, la impudicia, la difamación y todo aquello que está contra el amor al prójimo.

14. Pues así como en el corazón de los justos florecerá el Cielo en toda Gloria, así también en los corazones de los injustos se desarrollará todo lo que allí dentro tienen. Sólo que una semilla mala nunca dará un buen fruto.

15. Un corazón duro nunca dará un fruto tierno, y uno que falta a su palabra nunca se consolidará. ¡Y la ira será el fuego que nunca se apagará! Por esto guardaos de todo ello y sed justos según la ley del Amor.

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