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Capítulo 2 El Gran Evangelio de Juan, Libro 1

(Juan 1:6) Hubo un hombre enviado por Dios, de nombre Juan.

1. Este hombre, que se llamaba Juan, predicó la penitencia, y bautizó a los convertidos con agua. En él estaba el espíritu del profeta Elías, y era el mismo arcángel que en los comienzos de los tiempos venció a Lucifer y más tarde luchó contra él por el cuerpo de Moisés.

(Juan 1:7) Vino este para ser testigo, para dar testimonio de la Luz (a los hombres sin luz), para que todos creyeran gracias a él (es decir, que por la Luz de él reconocieran la Luz primaria, venida para ellos).

2. Juan vino de las Alturas como antiguo y nuevo testigo, es decir, vino de la Luz primaria como luz para dar testimonio de la Luz primaria, del Ser primario divino, cuyo Ser tomó carne, viniendo a sus hijos en la misma forma humana que ellos, los que surgieron por Él y de Él, para iluminarlos de nuevo en su noche, devolviéndoles de esta manera a su Luz primaria.

(Juan 1:8) No era él (por sí mismo) la Luz, sino que vino a dar testimonio de ella (es decir, dio testimonio al sentimiento de sublimidad agotado en los hombres, de que ahora iba a venir la Luz primaria misma de las Alturas eternas, con la humildad de un cordero y que voluntariamente iba a cargar con todas las debilidades de los hombres, para devolverles de esta manera la Luz primaria y para emanciparles e igualarles a ella).

3. Por supuesto que Juan en sí mismo no era la Luz primaria, sin embargo, como todas las criaturas era una partícula de esta Luz. A él, sin embargo, le estaba concedido permanecer en unión con ella por su humildad predominante.

(Juan 1:9) Ésta era la Luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene a este mundo.

(Juan 1:10) En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por Él, pero el mundo no le reconoció.

(Juan 1:11) A lo suyo vino, y los suyos no le reconocieron.

(Juan 1:12) Mas a cuantos le reconocieron, dioles potestad de venir a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.

(Juan 1:13) Los cuales, no de sangre, ni de voluntad humana, ni de voluntad de varón, sino de Dios nacieron.

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