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Capítulo 68 El Gran Evangelio de Juan, Libro 1

En Sicar. La legión militar de Roma. Diálogo entre el Señor y el comandante romano sobre la Verdad. Hombres y larvas de hombres. La perfección. Los seguidores del Señor

1. En este momento la delegación militar romana llegó hasta nosotros y su jefe me entregó una petición de parte del comandante de la fortaleza en la cual me pedía, por el bien de los hombres, que no tuviera en cuenta lo ocurrido y que convenciera también a mi séquito para que no lo mencionara. Pues todo ello sólo le perjudicaría a él sin que trajera ventajas a nadie. Además, más nos valía a todos tenerle a él, el comandante romano, como amigo en vez de como enemigo. Igualmente se debería callar Jairut y podía estar seguro que en adelante ya no sería incomodado en su casa. Aparte de esto me pidió que le visitara en su residencia porque tenía que hablar conmigo sobre asuntos secretos muy importantes.

2. Yo respondí al mensajero: «Dile a tu señor que se le concederá su deseo. Sin embargo, no iré a su residencia. Si quiere hablar conmigo sobre cosas secretas e importantes, que me espere en la puerta del pueblo. Allí Yo le comunicaré lo que quiera discutir conmigo en secreto».

3. Con esta respuesta el mensajero se fue con su grupo e informó a su señor sobre todo lo que le habían dicho. Y este, sin más tardar, se dirigió con sus oficiales preferidos a la puerta del pueblo, donde me esperó.

4. Jairut me preguntó si estaba bien fiarse de tal invitación porque conocía la astucia del comandante y sabía que ya había mandado así a muchos al Más Allá.

5. Pero Yo le tranquilicé: «Querido amigo, también Yo conozco cómo era antes y cómo es ahora. Los jóvenes le han infundido un respeto imborrable y los toma por genios. A Mí me considera un hijo de su dios Júpiter, y quiere saber de Mí lo que hay de verdadero en esto. Sé qué responderle».

6. Jairut se conformó con esto y pronto llegamos a la puerta donde el comandante nos estaba esperando con sus oficiales. En seguida se acercó a Mí y me saludó amablemente; quería formularme sus preguntas cuando Yo me anticipé a él:

7. «Amigo, ¡mis sirvientes no son genios y Yo tampoco soy hijo de Júpiter! Ahora sabes todo lo que querías preguntarme».

8. El comandante quedó sumamente sorprendido de que Yo le pudiera decir lo que había pensado solo, sin comunicarlo a nadie.

9. Cuando se sosegó, volvió a dirigirme la palabra y me preguntó: «Si es así, ¿quién eres y quiénes son tus siervos? En cualquier caso sois más que hombres corrientes y me gustaría honraros debidamente».

10. «El que pregunta honestamente merece una respuesta igual. Escucha pues: En primer lugar soy aquel y aquello que ves delante de ti. ¡Un hombre! Por supuesto hay muchos en la Tierra que se me parecen pero no por ello son hombres todavía, sino solamente larvas de ellos. Cuanto más perfecto es un hombre, tanto más poder y fuerza hay en su intelecto y con tanta más eficacia se realiza su voluntad».

11. «¿Todo hombre puede volverse perfecto como tú?».

12. «Bien seguro, mientras para su perfección haga lo que Yo enseño».

13. «Explícame tu Doctrina, ¡viviré según ella y la practicaré!».

14. «Aunque te pudiera enseñar mi Doctrina, no podrías sacar mucho provecho de ella porque no vivirás de acuerdo con ella. Mientras sigas aquí en el puesto que Roma te ha dado, mi Doctrina no te servirá de nada a no ser que abandones todo para seguirme; de lo contrario te sería imposible ponerla en obras».

15. «Eso sería difícil en verdad. No obstante, bien podrías comunicarme algunos dogmas de tu Doctrina. Tengo conocimientos de muchas cosas diversas y soy bastante aventajado en ellas. ¿Por qué no comprendería también tu Doctrina? Tal vez me sería posible practicarla de una u otra manera...».

16. «Amigo Mío, mi Doctrina consiste en seguirme, de lo contrario no se puede entrar en el Reino de mi Perfección. ¿Cómo, entonces, piensas practicarla?».

17. «Esto suena muy extraño, sin embargo, puede haber algo en ello; déjame pensarlo un poco...».

18. El comandante reflexionó un rato y continuó: «¿Es que se trata de seguirte personalmente o sólo moralmente?».

19. «Mientras sea posible, la forma mejor es seguirme personalmente en continua combinación con la imitación moral. Si un empleo oficial, que también tiene que haberlos, impide seguirme personalmente, entonces también basta la imitación moral de acuerdo con la conciencia. Pero tiene que ser una conciencia que me tenga a Mí como base fundamental, mediante el amor a Mí y a todos los hombres, y eso en el ámbito de la Verdad más pura. Porque de no ser así, toda imitación moral resultará espiritualmente muerta. ¿Me comprendes?».

20. «Esto me parece misterioso. Pero si es así, ¿qué haré con todos mis hermosos dioses? Mis antepasados ya creían en ellos. ¿Sería justo mantener la fidelidad a mis antepasados o debiera empezar a creer en el Dios de los judíos?».

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