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Capítulo 253 El Gran Evangelio de Juan, Libro 4

Las apariciones ocurridas durante el bautismo del Señor. La eternidad del Señor

1. Dijo Judas Simón: «Señor, cuando ante nuestros ojos te dejaste bautizar por Juan en las aguas del río Jordán, vimos una llama en forma de paloma que estaba encima de tu Cabeza y se decía que era el Espíritu santo de Dios. Entonces, como desde el aire, también se oía una voz que dijo: “Este es mi Hijo amado en que me complazco. A Él le debéis escuchar”. ¿Qué era esto? ¿De dónde venía aquella llama santa y quién pronunció aquellas palabras bien entendibles? ¿Cómo debemos entender esto?».

2. «¿De quién podían salir si no de Mí mismo», le respondí. «¿O acaso piensas que detrás de las estrellas habita un Padre en el espacio infinito que hizo descender la llama sobre mi Cabeza y que luego, desde las alturas infinitas, envió estas palabras a la Tierra? ¡Oh ceguera humana! Si el Padre eterno vive en Mí, su Hijo eterno, tal como os lo he mostrado claramente, ¿de Quién pudieron venir la llama y la voz? ¡Mira, y volverás a ver la misma llama sobre mi Cabeza! ¡Escucha, y de nuevo oirás las mismas palabras!».

3. Todos vieron la llama que estaba flotando en el aire en forma de una cruz ardiente o, con algo de imaginación, en forma de una paloma que en el fondo también representa una cruz. Al mismo tiempo oyeron las mismas palabras conocidas.

4. Y Yo les expliqué: «Esta fue la voz del Padre en Mí y la llama se formó de mi infinita Esfera de Vida exterior que es mi Espíritu santo en su efecto. ¿Simón Judá, lo comprendes ahora?».

5. Y todos dijeron: «¡Sí, Señor, también esto nos queda claro, aunque sea milagrosamente!».

6. Dijo Matael: «¡Señor omnisapiente desde la eternidad, Tú nos has explicado cosas inescrutables y nos has mostrado tu Orden como es y era desde la eternidad! Ahora puedo indagar lo que quiera y, fíjate, todo lo que se refiere a todas las relaciones inmutables entre Tú, el Creador y nosotros, tus criaturas, me resulta muy claro y lleno de Luz. Todas tus organizaciones están ideadas tan sabiamente que ni la inteligencia más aguda ni la razón más clara pudrían encontrar algo que estuviera en la más mínima contradicción.

7. Cuando con mis pensamientos me desplazo a los tiempos más remotos de la eternidad, entonces me consta que todo lo creado que existe —todos los arcángeles, todos los Cielos y todos los mundos como soles, planetas, lunas, y todas las estrellas que según tus explicaciones no son sino soles, planetas y sus lunas, los que nosotros, los mortales, con nuestros ojos carnales nunca podremos percibir a causa de sus distancias demasiado grandes— alguna vez debe haber tenido un principio, porque de lo contrario, por lo menos para mi entendimiento, su existencia sería inimaginable. Pues me lo pienso así: Un ser o una cosa que nunca ha empezado a ser, de ninguna manera puede existir. ¿O acaso podría originarse una cosa de la nada, la que Tú en plan del Creador nunca te has ideado Tú mismo?

8. De modo que una cosa existente, como por ejemplo un sol central primario, antes de haber podido empezar a obrar en su esfera como un sol primario concreto debe haber sido ideado de Ti dentro de tu Orden progresivo. Por eso, según mi entender, si hubiera habido tan sólo un único de los átomos de su identidad que Tú no hubieras tomado en consideración, este sol central no podría existir. En suma, ¡tal sol no podría existir si nunca hubiese empezado a existir! Pudiera tener la edad que tuviere — de eones veces eones de siglos, o también un millón de veces más viejo, eso no importa. Pues si existe innegablemente, debe haber una vez empezado a existir. La cuestión de cuándo aquí no importa, de modo que la podemos ignorar.

9. Ahora, a Ti, se podría aplicarte el inverso de esta conclusión y, sin haber tenido un comienzo, tu Eternidad irrebatible caería en una nada. Pero ahí mi intelecto y mi raciocinio despiertos todavía me llaman la atención sobre otro conflicto: aún desplaciéndome en mis pensamientos por eternidades de eternidades, no puedo imaginarme un fin de ellas. Pues continúa el espacio infinito y junto con él la duración infinita del tiempo.

10. En este espacio necesariamente eterno e infinito también debe haber estado presente aquella fuerza primaria eterna que da lugar a la eternamente continua extensión del espacio, sin la cual el espacio no sería imaginable, ni tampoco esta fuerza sin él. Esta fuerza solamente puede ser una sola, como también el espacio sólo es uno solo. En sí, esta fuerza debe tener cierto núcleo y, en cierto modo, un centro de gravedad, al igual que el espacio infinito mismo. Dado que el espacio como tal existe, también debe manifestarse en él una existencia infinita y absolutamente libre, consciente de sí misma... pues, ¿cómo podría existir el espacio si en su suma independencia no percibiese su existencia?

11. Y lo que vale para el espacio, esto vale también para la fuerza que le está inherente: también esta debe necesariamente sentirse existente como tal, porque de lo contrario no estaría presente. ¡Estas son condiciones donde la una requiere la otra de tal manera que la una de ninguna manera puede existir sin la otra! Todo esto, desde el principio, es particular de tu Identidad espiritual primaria misma, con lo que conforme a tu Espíritu nunca puede ser eliminado de tus Pensamientos.

12. De modo que según mi intelecto Tú eres tan necesariamente eterno como todo lo demás necesariamente sólo puede ser temporal — por lo menos dentro de su estado formal. Pero ahora tengo todavía una pregunta completamente diferente...

13. Dado que toda esta creación —visible o invisible— hace tiempos inimaginables alguna vez ha tenido su comienzo, ¿qué has hecho Tú, Señor, antes de estas eternidades? Noto en tu Cara sonriente que he hecho mi pregunta un poco torpemente, pero a pesar de eso estoy seguro que no está vana del todo. Seguro que Tú, Señor, también ahí nos vas a encender una pequeña luz al respecto. Ya ves que mi alma escudriñadora quiere estar completamente en claro».

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