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Capítulo 254 El Gran Evangelio de Juan, Libro 4

2. El hombre puede volverse semejante a Dios en la forma y también en el amor y su fuerza, pero aun así eternamente nunca en la plena extensión sustancial de la Sabiduría infinita en Dios y de Dios. Las largas eternidades en sus incontables períodos podrían contener muchas cosas que seguramente cabrían en el espacio infinito, ¡cosas con las que ni siquiera un arcángel habría soñado, porque para esto incluso un arcángel posee una capacidad de asimilación mucho demasiado limitada! Sólo después de que cada arcángel haya pasado por el camino de la carne, igual que Yo, también será capaz de una mayor comprensión... pero eso dentro de toda una eternidad que es interminable... ¿Cuándo será, pues?

3. Descubriréis eternamente nuevos milagros y comenzaréis a orientaros en ellos, pero aun así eternamente nunca vais a llegar al final de ellos. ¡El porqué de esto os quedará claro si os imagináis si es posible contar hasta que se llegue al final de los números! En lo que se refiere al Espíritu, Yo, desde siempre uno y el mismo Dios, desde todas eternidades existo, pienso, quiero, actúo y surto efecto a base del mismo Amor y de la misma Sabiduría. Consta que tras cada período de creación este Amor y esta Sabiduría —íntimamente, por supuesto— se sienten cada vez más divinamente bienaventurados por la Obra perfectamente lograda y eternamente efectiva. ¡Siendo así, vosotros que ya sois más sabios, podréis imaginaros fácilmente que Yo —según el Padre ahora habla en Mí y se expresa por Mí— hasta el período actual de la Creación seguramente no habré “hibernado” en cualquier punto de la infinitud del espacio eterno! Aunque un período de la Creación desde su comienzo original hasta la perfección espiritual de su parte temporal dure incontables ciclos terrestres, esto es nada en comparación con mi Ser eterno, y su extensión inconmensurable en el espacio no representa nada en comparación con el espacio infinito.

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