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Capítulo 113 El Gran Evangelio de Juan, Libro 5

3. Del mismo modo no hace falta que la Tierra sea un Sol para iluminar su suelo que de por sí es oscuro, porque recibe luz suficiente de un Sol. Del alimento que toma un hombre, todas las partes de su cuerpo deben ser nutridas según su género, de modo que también los ojos y el corazón. Sólo las partículas purísimas y más afines a la luz son elegidas para la alimentación de los ojos, y las partículas anímicas y muy afines a la Vida en Amor se asimilan con la sustancia vital del corazón. Los elementos más bastos llegan como alimento adecuado a los componentes muy variados del cuerpo; ahí para el ojo resultaría fatal si recibiese elementos que sólo son indicados para alimentar un hueso...

4. Así también causaría un resultado muy malo si Yo, en el gran Orden general de la Creación, admitiese a criaturas humanas de otros mundos para la formación de los muy propios niños de mi Corazón. Verdad es que de vez en cuando es posible conceder tal permiso, ¡pero para esto hacen falta grandes purificaciones, precauciones y preparativos! A tal Gracia llegan ante todo las almas de este Sol o los arcángeles primarios a los que incumbe el deber de dominar, guiar y organizar los cúmulos cósmicos globulares, y también él de mantenerlos orientados en el mejor Orden. Pero con lo enormemente grandes que estos aspirantes a hacerse niños Míos sean en todo, a pesar de esto tendrán que conformarse de ser tan pequeños como Yo aquí, y deben soportar toda clase de humillaciones…

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