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Capítulo 1 El Gran Evangelio de Juan, Libro 5

La comida maravillosa.

1. «Ahora ya ha pasado una hora del mediodía», dije Yo, «por eso, Marco, preocúpate por una comida, ¡mi Rafael te ayudará! Después de la comida veremos lo que el día nos traerá. ¡Sentaos todos a las mesas y tú, Rafael, quita estos dos montones cerebrales de nuestra mesa y luego ayuda a Marco!».

2. Rafael lo hizo en un abrir y cerrar los ojos, y luego dijo a Marco: «¿Debo ayudarte según vuestro modo humano o según mi manera? ¡Dime lo que prefieres! Evidentemente llamaría menos atención si te ayudase a la manera humana, pero según mi modo ahorraríamos mucho tiempo y este también es algo muy precioso. Haré lo que tú prefieres y no tendrás que poner reparos como si hubiera omitido algo».

3. «Sí, amigo de los Cielos», respondió Marco, «tu manera de traer las comidas a las mesas tan rápidamente será sin duda más ventajosa, porque a pesar de la ayuda de la servidumbre del Cirenio desperdiciaríamos mucho tiempo en traer las comidas a las mesas para tan mucha gente. Pero la cosa tiene su busilis: las comidas aún no están preparadas en cantidad suficiente. Si en este caso tu habilidad sobrenatural es capaz de realizar algo, entonces de momento será lo más conveniente; de lo contrario necesitaríamos todavía más de media hora para que todo fuera listo para ser servido».

4. Tranquilamente Rafael dijo a Marco: «Eso también es mi opinión: conviene preparar y servir las comidas y bebidas lo más rápido posible. Te digo que sólo hay que querer, y todo irá bien. De modo que si tú lo quieres, me costará apenas un momento y, delante los huéspedes, todas las comidas estarán bien preparadas sobre las mesas».

5. «Todo esto sería muy bien», reconoció Marco, «pero en este caso los hombres lo tomarán por magia celestial, y tal vez se apoderará de ellos una desconfianza comprensible ante estas comidas... de modo que difícilmente se atreverán a disfrutar de ellas - sobre todo los negros que aquí de todos modos recelan mucho para que nada les escape de la vista».

6. «A estos eso les importa lo menos, porque ellos están acostumbrados a lo milagroso. Además, ya es tarde y después de la comida el Señor tendrá la intención de presentarnos algo de gran importancia, lo que sólo Él puede saber; por eso es evidentemente mejor que lo hagamos con mi rapidez espiritual y nadie se molestará con eso. Al mismo tiempo es el último almuerzo que el Señor va a tomar aquí, y así no será mal de tener apariencia un poco milagrosa. - ¿No eres de la misma opinión?».

7. «Exactamente», dijo Marco, «porque tú en calidad de primer espíritu de los Cielos sabrás y entenderás mejor que yo lo que aquí es más conveniente. Por esta razón, ¡haz en esta situación lo que te parezca mejor!».

8. Acto seguido ambos entraron en la cocina donde de costumbre la mujer del Marco, sus hijas e hijos y varios servidores de Cirenio estaban ocupadísimos, y sin embargo la comida para tanta gente estaba apenas medio preparada.

9. A eso Marco dijo: «Bueno, ¡ahí todavía tardará una hora hasta que todo esté preparado!».

10. Y su mujer respondió: «Pues sí, querido marido, ¡nosotros dos no podemos hacer milagros ni forzar nada! Por eso hay que tener paciencia hasta que se pueda preparar todo».

11. «Tengo una idea mejor», dijo Marco, «¡Tú y las hijas dejad de cocer, freír etc., y nuestro Rafael como verdadero cocinero rápido pronto va a acabar con eso!».

12. «Esto suena bien, porque todos estamos ya cansados de tanto trabajo».

13. A eso todos los cocineros y cocineras se retiraron y Rafael les dijo: «Ahora también vosotros podéis ir a vuestra mesa. Todo está preparado en las mesas y todos los huéspedes empiezan ya a comer. Ven, anciano Marco, ¡siéntate a la mesa como colaborador mío y come de mi cocina! Y ya me dirás si también yo sé cocinar... Tu mujer, tus hijos y los cocineros de Cirenio tienen de todos modos una mesa propia delante de la casa, atendida de la mejor manera con las mismas comidas y bebidas».

14. Ahora todos salieron de la cocina y, al ver que los cientos de huéspedes estaban comiendo y bebiendo, altamente sorprendido sobre este fenómeno, Marco dijo: «¿Pero cómo es esto posible? Tú no me has dejado ni un momento solo, y todas las mesas están llenas y eso, como se ve, con gran abundancia... ¡No te resultaba posible preparar una sola comida y aún menos ponerla en la mesa! ¡Te ruego que me digas algo cómo te era posible el hacerlo, porque de verdad te digo que nada entiendo menos que tu rapidez desesperadamente incomprensible... sobre todo en acciones que en esta Tierra inevitablemente están sujetas a cierto orden referente el tiempo y el espacio! ¡Vuelvo a rogarte que me des una mínima indicación cómo has preparado las comidas, y de dónde las has tomado! No veo nada de las comidas medio preparadas de mi cocina, porque todavía las he visto en la cocina, listas para su preparación».

15. Pero Rafael observó: «Tú no has mirado suficientemente bien, porque todas tus provisiones están agotadas. ¡Convéncete que así es!».

16. Marco hizo rápidamente una inspección y encontró la cocina y la despensa absolutamente vacías. A eso volvió de la cocina con un asombro todavía mayor y dijo: «Amigo, ¡eso ya no aguanto más! De verdad te digo que durante tres días ya no pasará bocado alguno por mis labios si no me das una seña cómo has realizado todo esto».

17. De modo que Rafael le dijo: «¡Vayamos ahora a nuestra mesa y ya vamos a cambiar algunas palabras!».

18. En seguida Marco y Rafael se dirigieron a nuestra mesa, donde ya había bastante animación. Sin pérdida de tiempo Rafael se sirvió, pone también un pescado bueno delante de Marco e insistió que comiera. Verdad es que Marco le reclamó a explicarle lo de su cocina rápida y también el servicio rápido, pero Rafael le respondió con toda amabilidad: «Ahora, amigo mío, ¡come y bebe! Cuando mediante la comida bendita habremos obtenido el fortalecimiento necesario para el cuerpo, entonces ambos vamos a charlar mutuamente algunas palabras sobre mi cocina rápida y mi servicio rápido».

19. De modo que Marco hizo caso a las instrucciones del Rafael y comió y bebió con buen apetito.

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