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Capítulo 1 Carta a Laodicea

42. Él aniquiló la escritura ensangrentada clavándola en la cruz — una escritura que nos acusaba a todos, surgida a través de los estatutos mundanos y con la cual nuestros nombres estaban inscritos en el libro del mundo, en el libro del juicio y en el libro de la muerte.

43. Entonces, ¿por qué ahora queréis retirar de la cruz esa escritura ensangrentada, destruida por Dios mismo, clavada en la cruz del juicio, de la ignominia, de la maldición y de la muerte, con el fin de retirar vuestros nuevos nombres en Cristo y escribirlos otra vez en esa antigua escritura del libro del juicio que en el pasado escribió los nombres con sangre?

44. ¡Oh, necios ciegos de toda necedad! Habéis sido liberados en Cristo — ¿y ahora queréis ser nuevamente esclavos y siervos del pecado, del juicio y de la muerte? — ¡¿Acaso no habéis oído que maldito es quien es crucificado en la cruz?!

45. Pero Cristo ha tomado sobre Sí vuestra vergüenza, vuestra ignominia, vuestro pecado, vuestra condena y vuestra muerte y se dejó crucificar en la cruz para vuestra salvación como si fuera un maldito, con el fin de procuraros a todos vosotros la libertad plena ante Dios, y para que podáis caminar en honra, Él cargó toda vuestra vergüenza e ignominia y, junto a Él, la llevó a la cruz.

46. ¡Oh, ¿qué es lo que os ha confundido a vosotros que habéis sido vivificados en Cristo, para que ahora de nuevo queráis entregaros a la muerte?!

47. Ahora ¿con qué debo compararos, algo que os acierte como la flecha al blanco en un buen disparo? — ¡Sí, vosotros sois como una meretriz ardiente que vive en la ciudad y es, sin embargo, hija de una buena casa.

48. ¡Escuchadme bien y grabadlo detrás de las orejas! ¡¿De qué le sirve a la meretriz su buena ascendencia, si su carne es más lujuriosa que la grasa de un chivo expiatorio bien cebado?!

49. ¿No correrá ella dentro de su habitación de un lado a otro, impulsado por el ardor de su carne, para pronto asomar medio cuerpo a través de una u otra ventana y lanzar miradas lujuriosas hacia todos los lados para ver si encuentra a aquel que tenga lo que pueda satisfacer los deseos de su carne lujuriosa y ardiente?

50. Y si lo ve, le mostrará lo que desea mediante el ardor frívolo de sus ojos, y pecará apasionadamente y diez veces más con él, que una ramera con sus amantes en el lecho de la vergüenza.

51. Oh laodicenses, ved, ¡esto es vuestra imagen! — ¿Sabéis lo que hará el novio honrado aspirante a desposarse con tal mujer cuando pase por su casa y la descubra en su lujuria vergonzosa?

52. ¡Él la despachará inmediatamente de su corazón y de su boca, y no la volverá a mirar, aun si ella cayera en la mayor miseria!

53. Lo mismo os hará el Señor; porque Él ha edificado un Templo nuevo y vivo en vuestros corazones donde deberíais esperarle; pero vosotros despreciáis este Templo, este lugar sagrado y, por pura sensualidad mundana, corréis a la ventana del juicio y queréis coquetear con el mundo — por oro, reputación y ambición de poder, ya que anheláis todo esto.

54. Pero yo os digo: El Señor se retirará y os dejara a la merced de todo meretricio, de la antigua condenación y muerte — si es que no retornáis inmediatamente y no abandonáis por completo vuestro sacerdocio autoelegido, vuestro templo, vuestros días festivos y vuestras vestiduras adornadas; porque todo esto es un horror ante el Señor al igual que una meretriz que arde en su carne y que en su corazón es peor que diez rameras babilónicas. —

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