Help

jakob-lorber.cc

Capítulo 2 Roberto Blum, Libro 1

Llegada del fusilado al Más Allá y sus primeras impresiones. Despertar de la conciencia y explicación errónea de esta sensación

1. Queda ahora por saber cómo su alma y su espíritu llegaron al Más Allá, cuál era su situación y qué es lo que hacían.

2. Es preciso subrayar que la mayoría de los condenados que pierden su vida de manera violenta, llegan al mundo de los espíritus como fugitivos llenos de ira y sed de venganza, y padecen alucinaciones durante cierto tiempo. Tales almas, criminales verdaderos contra los mandamientos de Dios, son atraídas al infierno para ablandar en su elemento su sed de venganza. Una vez conseguido, vuelven al mundo de los espíritus para empezar la prueba de su liberación, limitada condicionalmente.

3. Almas como Roberto, que llegan como criminales políticos y que aunque estaban ligados con las leyes de Dios infringieron las terrenales, son llevadas en principio a una situación tenebrosa, como si fueran ciegos, sin ver a otros seres, impedidos de vaciar su ira. Ya la rabia y las ansias de venganza producen ceguera en la Tierra, ¡cuánto más en el Más Allá! Permanecen en ese estado hasta que la sed de venganza se vuelve impotente, llevando al alma a derramar lágrimas. El llanto es todavía consecuencia de la rabia pero se ablanda al poco.

4. En la Tierra, una vez que llegó a la conclusión de que todo estaba perdido, Roberto sólo podía salvar la honra, razón por la que se mostró intrépido en el momento de la ejecución, despreciando la muerte. No era verdad pues, como neocatólico, no creía en la supervivencia del alma y por lo tanto sentía pavor ante la muerte.

5. Aproximadamente siete horas después de la ejecución, cuando su alma comenzó rápidamente a reflexionar, se convenció de la inanidad de sus creencias terrenales al ver que continuaba existiendo. La convicción de su continuidad individual le llevó a otro desmentido: pensó haber sido llevado a la plaza del suplicio y aparentemente fusilado para hacerle pasar por el pavor de la muerte. Con tal propósito los oficiales le habían vendado los ojos. Aturdido por el miedo había sido llevado sin sentido a una cárcel oscura de la que sería liberado por la protesta de sus paisanos.

6. Sólo le incomodaba la oscuridad. Se imaginaba en un calabozo maloliente sin humedad. Comprobó que no estaba maniatado e intentó explorar su celda pensando verificar la certeza de lo que pensaba.

7. Para gran estupefacción suya no solo no encontró las paredes, sino ni siquiera una red que le diese la sensación de estar colgado en una catacumba.

Capítulo 2 Vista móvil Aviso legal