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Capítulo 1 Los Salmos del Señor

Salmo 1 — Para cantarlo al Señor por la mañana

1. ¡Alabado sea, sí, de sobremanera alabado sea nuestro Padre santo y lleno de Amor!

2. ¡La Tierra, las estrellas, la luna y el sol muestran qué grande eres Tú, oh Padre Santo, qué maravilloso, bueno, misericordioso y amoroso eres!

3. Oh, por eso yo quiero alabarte y exaltarte por encima de todo, porque solamente Tú eres digno de la única y mayor alabanza de los hombres de la Tierra y de todos los ángeles del Cielo.

4. ¡Te alaba el gusanito en el polvo y te exalta la mosca; y te vitorea el gorrión sobre el tejado, lleno de alegría y con el mayor agradecimiento!

5. Te exaltan el águila y todos los animales de los bosques; ¡en la oscuridad de las noches te presienten a Ti, Padre bondadoso, Creador, y Dios poderoso y eterno!

6. ¡La Tierra y todos sus mares, y el fuego y los vientos conocen al Dios grande y poderoso, y saben que Él los ha creado sólo para su muy propia Honra y Gloria infinitas!

7. Y en la Luz eterna del Amor infinito del Padre Santo los cielos están llenos de su Honra eterna y de su suma Bondad, y dan testimonio de su Poder infinito.

8. Y los ángeles cantan con los corazones llenos de suma alegría: “Oh, Padre amado, ¡eres santo, santo, santo! — ¡Qué bueno, oh, qué bueno es estar contigo!”.

9. Por eso alaba y exalta también tú, oh mi alma llamada a la existencia eterna para la Vida y el amor eternos... ¡alaba y exalta también tú en Jesús al Padre Santo que, tan bondadosamente, en la cruz te ha consentido la filiación!

10. Y también tú, mi cuerpo —aunque un día venidero estés entregado a la muerte—, también tú, el portador temporal de la Vida eterna proveniente de Dios, ¡alaba y exalta al Padre, al Santo, al Bueno, porque tampoco tú continuarás eternamente en el regazo de la Tierra! ¡Pues un día venidero serás transfigurado y serás para Mí una vestimenta inmortal y eterna!

11. Porque así habla el Señor: “¡Este Templo al que vosotros destruís, Yo quiero volver a reconstruirlo perfectamente en tres días!”.

12. Oh cuerpo, tú mi cuerpo, ¡mira que eres el templo del Espíritu Santo! Aunque te quiebren, ¡no tengas miedo, porque El que te rompe no lo hará para muerte, ni mucho menos, sino sí, para que seas convertido en la vestimenta más gloriosa y eterna en el Regazo del Amor Eterno del Padre Santo!

13. Y así, mi Jesús más dulce y lleno de Amor, y mi Padre Santo, alabado seas con todas las fuerzas de mi alma y también con las de mi cuerpo; mientras que yo, espíritu, soy el que escribe esto aquí con toda humildad, para tu exclusiva Honra, oh Jesús, oh Padre Santo.

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