Help

jakob-lorber.cc

Capítulo 35 El Sol Espiritual, Libro 1

Un matrimonio se encuentra en el Más Allá

1. Todavía dirigiéndose a los visitantes, el guía continúa: «Allí se encuentra la pareja en cuestión; precisamente llegamos en el momento justo». «¿Qué tiene de particular este matrimonio?». «La mujer murió apenas seis años antes que su marido. Él se afligió mucho, pero al correr del tiempo se entregó con ardor a la religión y vivió una vida acorde con sus nuevos sentimientos. También ahora ha sido llamado de la Tierra y hace muy poco que llegó aquí. Esto como introducción; lo demás ya lo veréis.

2. Ya hemos alcanzado a la pareja. Escuchad, porque ella ya le está dirigiendo la palabra».

3. «¡Cuánto me alegra verte después de tanto tiempo!», dice la mujer. «Y supongo que en el futuro ya no nos separará ninguna muerte. Pero ante todo dime si se cumplió minuciosamente mi última voluntad, porque me importa mucho saberlo».

4. «Para que veas, querida, que he cumplido escrupulosamente con todo, te digo que hasta en mi última voluntad no hice sino confirmar la tuya, salvo algunos legados insignificantes. Por lo demás, toda nuestra fortuna, la cual aún pude aumentar considerablemente, la han heredado nuestros hijos. ¿Te parece bien?».

5. «Me parece muy bien, salvo eso de los legados. Dime, ¿de cuánto se trataba y a quiénes los hiciste?». Responde el marido: «El total no supone más de dos mil florines. Los dividí en cinco partes y cuatro los legué a tus parientes. Sólo dejé una quinta parte a la casa de caridad. Pero ni siquiera habría obrado así si, cuando vivías, no me hubieras insinuado alguna vez que me acordase de tu parentela. Y por lo que se refiere a los pobres, ya sabes que hay que hacer algo por ellos: por el mundo y también porque esa es la Voluntad de Dios. Somos cristianos y no paganos. Al lado de los ciento cincuenta mil florines que les quedó a cada uno de nuestros siete hijos, esta nimiedad de dos mil florines no tiene importancia. Además, todos nuestros hijos tienen una educación que les permite seguir una buena carrera. De modo que sobre el destino de tu fortuna puedes estar tan tranquila como yo. Pero ahora, juntos tú y yo, podemos preocuparnos por otros bienes que tal vez nos permitirán estar aquí en condiciones al menos tan dichosas como las de la Tierra».

6. «Si los hijos están bien atendidos, entonces estoy conforme. Claro que con los dos mil florines cada uno hubiera tenido algo de efectivo en las manos, lo que les hubiera permitido iniciar algo sin necesidad de tocar los intereses que les produce el enorme capital. Como las cosas han sido así y ya no hay remedio, habré de conformarme.

7. Y respecto a lo que dices sobre otro capital que pueda servir aquí, yo, tu esposa que desde siempre te ama fielmente, te insto a que te quites de la cabeza tales ideas estúpidas. Hace ya seis años que ando errante en este desierto tan árido y oscuro afligida y preocupada; tengo un hambre que no veo y para calmarla no hay otra cosa que una especie de musgo».

8. «Pero, ¿acaso no tienes ni la menor idea de por qué has llegado a este lugar tan lúgubre? Yo diría que ha sido tu orientación, tan mundana, la que te ha traído aquí. Siempre fuiste muy despabilada, ahorrativa y, en todas los asuntos mundanos, muy respetable y decente. Sólo que siempre tuviste manía al verdadero cristianismo. A veces lo criticaste violentamente y sólo querías atenerte a la sagacidad y filosofía del mundo. Cuántas veces te dije que si en el Más Allá existía otra vida, suponía que de poco nos serviría en ella nuestra sabiduría mundana. ¡Que más valía que nos atuviéramos a la Palabra de Dios! Porque la vida pasajera de la Tierra era muy corta, mientras que si había una eterna, poco pintaríamos en ella con nuestras ideas temporales. Esas fueron las palabras que siempre te dije en toda confianza. Y ahora, con gran sorpresa por mi parte, veo que por desgracia se han confirmado. Por eso ya es hora que nos liberemos de todos esos pensamientos que nos han atado al mundo y que nos dirijamos a nuestro Señor Jesucristo para que nos conceda su Gracia. Porque si Él no nos ayuda, estaremos perdidos eternamente. Estoy penetrado de la certeza de que fuera de Cristo no hay en todo el infinito ni Dios ni Salvador para nosotros. Te digo que hubiera preferido dar toda nuestra fortuna a los pobres y que nuestros hijos fuesen mendigos. Seguro que esto nos habría proporcionado aquí una bendición mayor que la preocupación mundana por su sustento. Por ello, ¡dirijámonos ahora exclusivamente a Cristo para que perdone nuestra insensatez!».

9. La mujer se queja: «¡Ya pensaba que ibas a traer tus ilusiones religiosas hasta este mundo! ¿Qué de malo hemos hecho tú y yo en la Tierra? ¿No fuimos siempre justos con todos? ¿Acaso hemos dejado a deber algo a alguien? Si realmente hubiera un Dios o, como tú dices, un Cristo, menuda injusticia sería la suya agradeciéndonoslo todo con las condiciones que hemos encontrado aquí. Si realmente hubiera un Dios, ¿cómo podría tomar a mal que una no pudiera creer fábulas tan ridículas y sin sentido? Y si el género humano le hubiera importado algo, ¿cómo se manifestó sólo en un marco tan limitado, estando habitada toda la Tierra?

10. Los demás pueblos pueden decir con razón: “¿Cómo quieres cosechar donde no sembraste? ¿Cómo quieres juzgarnos a nosotros? ¡Dirígete a aquellos que te han visto y entre los que has predicado y júzgalos a ellos! Si quieres ser justo en tu juicio, entonces ¡déjanos salvos a nosotros que nunca te hemos visto! Pudimos contemplar la naturaleza entera mientras vivimos en el mundo, pero de ti, ¡ni rastro! Llegamos al mundo producidos por las fuerzas de la naturaleza y sólo los sabios nos lo han explicado todo, porque a ti ni te vimos. ¿Cómo quieres ahora discutir con nosotros, si nunca quisiste darnos testimonio alguno ni de tu identidad ni de tu existencia?”.

11. Esto, mi amor, es más claro que el sol del mediodía, aunque no lo aceptes de momento porque todavía llevas demasiado poco tiempo aquí. Para expresarte mi amor y mi fidelidad, clama a tu Dios o Cristo tanto tiempo y tan fuerte como quieras, incluso en mi presencia: te garantizo que con el tiempo reconocerás claramente que yo lo veo todo con más claridad con mi inteligencia natural que tú con tu presunta sabiduría espiritual.

12. La Biblia no hace sino torcer la mente de los hombres. Si hubieran tenido el valor de eliminar ese repertorio de estupideces y reemplazarlo por la pura razón humana, la cultura del mundo estaría cien años más adelantada. ¡Quién sabe por qué consideraciones este antiguo chisme está todavía en circulación! ¿Cuál es la consecuencia? ¿Dónde se encuentra la mayoría de la gente mala, descuidada y pobre? ¡Precisamente allí donde circulan la Biblia y la nueva doctrina cristiana! Ve a Roma, a España o a Inglaterra y verás mis afirmaciones confirmadas.

13. Los hombres empiezan a confiar en Dios y, contando con su ayuda, empiezan a holgazanear. Como no llega ayuda, empiezan a empobrecerse. Aunque no digo que se vuelvan ladrones, sí se vuelven una carga para la gente diligente. Por todas partes hay voces que insisten: “¡Dios es bueno! ¡Dios os ama! ¡Dios es misericordioso!”. Pero es evidente que los mendigos morirían si la gente aplicada y trabajadora no los sustentara.

14. A la clerigalla ociosa le resulta fácil hablar de un Dios misericordioso, a costa de la gente proba y activa, y por eso bien situada. Si no fuera por la gente trabajadora, semejantes prédicas acabarían mal. Si tales alborotadores supieran qué es lo que ocurre en el Más Allá, seguro que predicarían de distinta manera o se olvidarían de los hueros sermones para manejar un arado, que es más productivo. Puede que haya un Dios que maneje todo el universo, pero no puede existir uno como el que enseña la Biblia judaica».

15. «Oh, mujer, ¡tus pensamientos están horriblemente extraviados! Porque he leído en escritores inspirados por Dios que los espíritus infernales hablan precisamente de la misma manera como tú me hablas ahora. Puedes estar segura de que esa es la razón por la que te encuentras en esta noche eterna. ¡Te digo que empiezo a preocuparme por ti, porque veo que con semejantes principios estarás perdida para siempre! Si realmente no quieres aceptar ideas mejores, ¡entonces me veré obligado a abandonarte para siempre!».

16. «¿Serías capaz de hacerme esto a mí, a tu mujer fiel que te ama infinitamente? ¡Te digo que yo no sería capaz de hacerte algo parecido, aunque fueras condenado al infierno! Yo no te abandonaría en el fuego, ¡y tú quieres hacerlo por mi manera lógica de razonar! Desde luego eres libre de exponerme tus ideas, ¡pero no me vengas con estupideces! Sígueme a otro sitio donde estaremos mejor que aquí, y allí, en una sociedad mayor, sabrás a lo que hay que atenerse».

17. «En manera alguna quisiera abandonarte, querida, porque para eso te amo demasiado. Por eso te seguiré a dónde me lleves, pues veo que pese a toda tu ignorancia sobre la verdadera religión sigues teniendo un corazón leal. Sigues siendo mi amada a quien no tengo nada que reprochar, salvo que no puedas adoptar mi punto de vista. De modo que si conoces de un lugar mejor en este reino de la oscuridad, llévame a él y ya veremos lo que se puede hacer». A eso el guía dice a los visitantes: «¿Veis?, los dos se van cogidos del brazo y nosotros les seguiremos de cerca para ser testigos del resultado que semejante relación puede producir.

Capítulo 35 Vista móvil Aviso legal