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Capítulo 38 El Sol Espiritual, Libro 1

1. El guía comenta: «¿No os parece que ya hace rato que seguimos a la pareja y ni oímos ni vemos nada?». «Pues sí», le responden sus visitantes, «no hay ni rastro del resplandor anunciado. ¿Es posible que la mujer le haya mentido realmente?». «Tened aún un poco de paciencia. De momento fijaos en la propia pareja ¿Os dais cuenta de que ella se anima cada vez más, mientras que él cada vez está más y más preocupado?».

2. «Es verdad. ¿Por qué?». «Resulta más que evidente», responde el guía, «ella se está acercando al elemento que es el objeto de su amor, por lo que cada vez está más contenta, mientras que a él ocurre lo contrario.

3. A él le pasa algo parecido al amor mitológico por las sirenas. Mientras el enamorado contempla la sirena encantadora desde su esfera, sigue encantado y un abrazo de la venerada le parece el non plus ultra. Pero cuando se acerca a la adorada y esta le abraza y le arrastra a su elemento, en seguida su embrujo se convierte en espanto y le hace pasar angustias mortales.

4. Igual ocurre aquí. Pero ya se oye una especie de estrépito muy lejano». «Sí, suena como el bramido de unas cataratas. ¿Qué será?».

5. «Se trata de aquel río bravo que ya conocisteis en la región del norte. Continuemos y pronto estaremos allí». «¿Y esa especie de fulgor?», preguntan los visitantes a su guía. «Ya lo veréis cuando estemos delante del río. De momento fijaos en el suelo que pisáis pues sólo nos quedan unos pocos pasos. Ya estamos; al fondo podéis ver un resplandor rojizo parecido a un gran incendio».

6. Mientras tanto la mujer vuelve a tomar la palabra: «¿Qué dices ahora, querido? ¿Tuve razón o no? Aquí tienes el río y un resplandor precioso. Pero por aquí no podremos llegar al otro lado. Así que continuemos a lo largo del río. ¿Ves?, la luz está aumentando».

7. «Es precisamente esa luz la que me resulta muy sospechosa. Me parece como si detrás de la montaña hubiera una ciudad en llamas. Por ello continuaremos hasta que quede claro de donde procede. Pero guardemos una buena distancia de seguridad, porque uno no debería aventurarse en algo que no es afín a su naturaleza».

8. «¡Qué tonterías estás diciendo! ¡Cómo se nota que en el mundo no te interesaste por los efectos fundamentales de las fuerzas de la naturaleza! Pero se nos acercan dos sabios de esta región. ¡Vamos a su encuentro! Si estás dispuesto a entablar conversación con ellos, seguro que sacarás mucho provecho». «Siempre fui amigo de conversar con hombres sabios», responde el marido, «¿por qué no iba a quererlo ahora?». A continuación se acerca a ambos y hace una profunda reverencia ante el más importante.

9. Este le responde con un saludo más que seco y le pregunta: «Vosotros, gentuza de la noche, ¿quién os ha indicado el camino hacia esta región luminosa?».

10. El marido le responde: «Respetable amigo, sólo hace pocos días que he llegado a esta noche tan oscura y mi mujer ya hacía unos seis años que se encontraba en ella. Ella sabía de esta región luminosa y como yo no aguantaba en aquella oscuridad, no me ha quedado más remedio que seguirla aquí».

11. «¿Te atreves a decir una cosa así, siendo un hombre, en este lugar donde los hombres que necesitan mujeres que los guíen tienen el mismo prestigio que los monos?». Inmediatamente después de criticar al marido de esta manera, el extraño sabio se dirige a la mujer: «¿Esto ha sido realmente obra tuya?». «Pues sí, para vergüenza mía he de reconocer que mi marido -por lo demás muy cariñoso- hubiera preferido por veneración hacia el filósofo judío que usted conoce muy bien, permanecer durante cien años en aquella oscuridad en vez de hacer caso al gran sabio Melanchthon y emprender los caminos de la luz».

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