Dije Yo, interrumpiéndolos: «¡Es una cosa verdaderamente singular que un hambriento se imagina siempre que todos los hombres que encuentra tienen hambre! Y un hombre tonto siempre tiene a todos los demás hombres por más tontos que a sí mismo. Para el ciego cada hombre es ciego, aunque tenga la vista aguda, y para el sordo los demás hombres son sordos. – Los Tres Días en el Templo, Capítulo 3, Párrafo 15
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